Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89

Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 252-255 253 Luego de Merleau-Ponty, desde su exilio en los Estados Unidos, le tocó el turno a Herbert Marcuse adoptar y reproducir la misma antinomia en su obra de 1958 El marxismo soviético (Un análisis crítico) , publicada inicialmente en el corazón de la Academia estadounidense ( Columbia University Press ). En ella insistía con esta contraposición, ya por entonces asumida como un lugar incuestionable en el terreno del debate ideológico de la guerra fría (Marcuse, H. [1958] (1984): 43 y ss.; 200 y ss.). (Es verdad que una década después de aquel ensayo, durante la rebelión juvenil alemana, Herbert Marcuse, sin abandonar la contraposición central que estructuraba el argumento de El marxismo soviético , en sus debates públicos con Rudi Dutschke —máximo dirigente marxista del movimiento estudiantil en Berlín occidental— otorga un lugar destacado a la guerra de Vietnam en las discusiones (Marcuse, H. [1967] (1986)). Sin embargo, tampoco deja de ser cierto que ese mismo año, y en forma totalmente contradictoria con sus posiciones pro-Vietnam, Marcuse toma partido — curiosamente apelando a su origen judío, a pesar de que sabía perfectamente que judaísmo y sionismo no son de ninguna manera sinónimos ni términos homologables— a favor del estado de Israel contra los movimientos de liberación nacional anticolonialistas de Oriente medio (Losurdo, D. (2019): 93-94). Tres años más tarde de que apareciera El marxismo soviético de Marcuse en la Universidad de Columbia (USA); en 1961 (el mismo año de la invasión a Cuba donde las tropas invasoras, dirigidas y tuteladas por las Fuerzas Armadas estadounidenses, son derrotadas y militarmente humilladas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias [FAR], cubanas, en Playa Girón), también desde su exilio en Estados Unidos y a través de un prestigioso sello editorial norteamericano, Erich Fromm volvía a girar tercamente sobre el mismo eje, postulando una hermenéutica del joven Marx, en cuya conclusión ubicaba al autor de los Manuscritos económico filosóficos de 1844 , por oposición al comunismo y sin mayores matices, como un… “ representante de la tradición occidental ” (Fromm, E. [1961] (1973): 92- 93). Quince años más tarde, quien coronó esta prolongada construcción de la dicotomía, ahora con mayor distanciamiento e incluso animándose a la polémica, pero dejando intactas las sedimentaciones excluyentes de la antinomia central, las características y las peculiaridades atribuidas a cada uno de los “marxismos” fue, como es bien conocido, Perry Anderson, en su ya clásico Consideraciones sobre el marxismo occidental (Anderson, P. [1976] (1990): 35 y ss.). Si en 1955 Merleau-Ponty todavía vacilaba en utilizar comillas para referirse al marxismo «occidental», dos décadas después, en 1976, Anderson abandonaba toda ambivalencia, asumiendo sin comillas, dudas ni zigzagueos la occidentalización del marxismo pretendidamente más exquisito e intelectualmente superior. Cuatro autoridades de la teoría social mundial. Dos filósofos: uno francés (Merleau-Ponty), el otro alemán (Marcuse); un psicoanalista: (Fromm), también alemán; y finalmente un historiador: (Anderson), británico. Todos europeos y occidentales, que adoptaban como un dato autoevidente esa supuesta disyuntiva, en la cual el “marxismo occidental”, aún con sus limitaciones (por ejemplo su academicismo, su lenguaje críptico y su incapacidad para elaborar estrategias políticas, como observara en su reconstrucción Perry Anderson), se mostraba infinitamente superior frente a su contracara supuestamente “primitiva” y “subdesarrollada” (no es casual que en ninguna de las cuatro obras, hoy canónicas, apareciera, ni siquiera mencionada en una simple nota al pie, ni una sola personalidad ni una sola obra, ni un solo artículo o creación intelectual del marxismo de América latina). Sin embargo, recorriendo y reflexionando sobre aquellas posiciones abiertamente occidentalistas, nos interrogamos: ¿la emergencia del “marxismo occidental” no es muy anterior, en su proceso de gestación y consolidación, a los limitados criterios cronológicos asumidos por Merleau-Ponty, Marcuse, Fromm y Anderson? ¿El occidentalismo no impregna y recorre, como una arteria vital, gran parte de la producción teórica y de la circulación de saberes y perspectivas ya desde la Segunda Internacional?

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