Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89

Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 108-124 109 INTRODUCCIÓN La propuesta de nuestro artículo atiende a la problemática de la fetichización de la ley a partir de las hermenéuticas de dos vertientes; vertientes que lejos de contraponerse se enriquecen mutuamente. La primera de ellas pone el acento en la tradición filosófica y psicoanalítica y toma como punto de partida al pensamiento kantiano, especialmente en lo que respecta al formalismo de la ley cristalizado en el imperativo categórico y a sus implicancias en la política. En este sentido será clave repasar las críticas propinadas por Adorno, Hegel y Lacan. Por su parte, la segunda vertiente se sustenta en el aporte de Franz Hinkelammert, más precisamente en el análisis de un mito fundante como lo es el célebre pasaje bíblico del sacrificio de Abraham. En este marco, se verá cómo fue leído por la tradición y reactualizado por la teología de Pablo de Tarso, especialmente en un célebre fragmento de la carta a los Romanos. ACERCA DEL FORMALISMO DE LA LEY KANTIANA Resulta ya de conocimiento básico de cualquier introducción a filosofía presentar a la ética kantiana como una ética formal y autónoma en vistas de contraponerla a las diversas éticas materiales y heterónomas en la que la ética aristotélica juega un rol central. Pero sería imposible entender la ética kantiana plenamente sin tomar en consideración la emergencia de la modernidad y su producción de sentidos, pues la sola referencia al concepto de autonomía individual en su absoluta referencia ontológica, que es capaz de ser la fuente de toda acción moral, jurídica y política, sumándole el requisito de lo formal, en una suerte de vaciamiento heterónomo, fuertemente vinculado a la tradición o tradiciones, son pruebas suficientes de que todas las categorías teóricas no pueden pensarse sin su inscripción epocal. Vayamos entonces a una breve caracterización de la ética kantiana. Sin duda alguna, una de las categorías nodales, sin las cuales no se puede pensar la ética kantiana, es la de voluntad 1 , una voluntad que si queremos efectuar una descripción adecuada estará constituida, según Kant, por una dimensión centrada en la razón y otra dimensión focalizada en las inclinaciones. Con respecto a las inclinaciones, dicho pensador sostendrá que las mismas son siempre subjetivas y empíricas, motivo por el cual invalidará que de aquellas pueda inferirse una ley universal, quedando así solo la dimensión racional, pero en su sentido más formal, como única legisladora. Pues de lo que se trata es que la razón determina a la voluntad a partir del vaciamiento de todo tipo de inclinaciones. Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena voluntad ” y un poco más adelante Kant afirmará: “La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por su adecuación a alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto: es buena sólo por el querer, es decir, es buena en sí misma” 2 . Si realizáramos una mirada rápida por la tradición de la teoría y filosofía política anterior a Kant, nos encontramos al menos con dos matrices fundamentales. La matriz griega (Platón y Aristóteles) que pone el acento en las partes del alma 3 para establecer un criterio de ley y gobernabilidad. Según tal matriz habría un 1 Independientemente de las múltiples tradiciones que pueblan la historia y actualidad de la filosofía, sin duda alguna, hay dos tradiciones muy constitutivas. Una que pone el acento en la razón y la otra que hace hincapié en la voluntad. Tradiciones que muchas veces han sido antagónica y otras tantas complementarías, si bien con cierta hegemonía de algunas de las dos categorías. Es claro que, en el caso de Kant, no sin cierta influencia rousseaniana en lo que respecta a su categoría de voluntad general, el pensador alemán pone el acento en una noción de voluntad determinada por la razón. Asimismo, y en conexión con la tradición medieval, Kant entiende a la voluntad como la facultad del querer y la sede del libre arbitrio. 2 Kant, I. (1983) Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres . Madrid, Espasa-Calpe, colección Austral, p. 28. 3 Si bien no forma parte de este artículo ahondar en la diferenciación de Platón y Aristóteles con respecto a la noción de alma, es importante señalar que hay diferencias profundas. Una de ellas, es que mientras el filósofo ateniense se orienta más por un criterio metafísico, ya que

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