Pensamiento Crítico

4 metrópolis del imperialismo capitalista occidental (tanto en Europa y Japón como en los EEUU). Por lo tanto, sostenemos como hipótesis que sin dar cuenta del aporte específico que produjo la revolución cubana a esa ofensiva mundial de los explotados y oprimidas, que originó como respuesta una contraofensiva del capital hoy conocida popularmente como “neoliberalismo”, no se puede comprender a fondo las raíces de éste último . En las ciencias sociales el principal obstáculo que impide y neutraliza de antemano una comprensión a fondo de estos procesos —tanto a escala mundial como latinoamericana— está dado fundamentalmente por el eurocentrismo, muchas veces criticado pero lamentablemente siempre renacido de sus cenizas. Desde esta matriz, el único evento de masas que se toma como indicador de la ofensiva rebelde de los ’60 está dado por el ’68 francés 2 (a lo sumo extensible a las ciudades de Europa occidental y de EEUU). “Curiosamente”, ni la derrota norteamericana en la guerra imperialista en Vietnam ni la revolución cubana, así como tampoco la guerra de Argelia o la emergencia de destacamentos revolucionarios en toda América latina son tomados en cuenta a la hora de hacer el balance y el inventario de las razones por las cuales el capital imperialista multinacional se vio impelido a realizar su contraofensiva —también mundial— luego de su momentáneo repliegue táctico de los años ’60 y primeros ‘70. El balance de Fredric Jameson sobre los años ’60 constituye una de las pocas excepciones a esta regla. Para él: “En realidad, políticamente, los sesenta del Primer Mundo le debieron mucho al Tercermundismo [...] [L]as dos naciones del Primer Mundo en las cuales emergieron los movimientos estudiantiles masivos más poderosos —EEUU y Francia— se convirtieron en espacios políticos privilegiados precisamente porque estos dos países estaban involucrados en guerras coloniales”. Refiriéndose a la revolución cubana, Jameson agregaba: “Para muchos de nosotros, en efecto, el detonador crucial —un nuevo Año I, la demostración palpable de que la revolución no era un concepto meramente histórico y una pieza de museo, sino real y factible— fue provisto por un pueblo cuya subyugación al imperialismo había desarrollado entre los norteamericanos una conmiseración y un sentido de fraternidad que nunca podríamos haber sentido por la lucha de otro pueblo del Tercer Mundo” (Jameson, 1997 (2014): pp.580). ¿ Cómo explicar hoy los años ’60 y sus múltiples rebeliones sin dar cuenta de la especificidad de las luchas del Tercer Mundo, y sin investigar su influencia en el mundo capitalista desarrollado ? ¿O acaso puedan seguir soslayándose los efectos de Vietnam sobre el París de 1968? ¿O quizás puedan seguir desconociéndose los efectos del ejemplo de la revolución cubana sobre la rebelión negra en EEUU y su lucha por los “derechos civiles”? Pero la indisciplina y la rebelión que marcaron a fuego los años ’60 no fueron única ni exclusivamente políticas. La crisis de dominación que caracterizó aquella década —hoy emblemática del período— y que motivó en el decenio siguiente una contraofensiva conservadora mundial del capital fue también una crisis de hegemonía. Por lo tanto para dar cuenta de los años ’60 no puede tampoco prescindirse de la dimensión cultural . “La cultura” —como señaló por entonces un estratega militar de las Fuerzas Armadas argentinas— “es parte de la guerra revolucionaria” (Villegas, 1962). Sucede que lo que hasta entonces había sido un postulado teórico (tan caro al marxismo historicista de un Lukács o al culturalista de un Gramsci) se experimentó a

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