Pensamiento Crítico

2 Pensamiento Crítico y el debate por las ciencias sociales en el seno de la revolución cubana La ofensiva anticapitalista en los años ’60 ¿El capital constituye un sujeto automático, una sustancia dotada de vida propia o, por el contrario, no es más que una relación social histórica atravesada por los avatares de la lucha de clases? Ya desde los tiempos de Karl Marx esa pregunta quitó el sueño a los revolucionarios, cada vez que se propusieron estudiar la sociedad (para modificarla). La respuesta, aunque parezca sencilla y quizás obvia, dista de serlo. Aparentemente, si nos situamos en la perspectiva de la concepción materialista de la historia, la teoría crítica y la filosofía de la praxis —como es nuestro caso— todo conduce a aceptar que el capital es una relación. Cualquier otro tipo de respuesta implicaría deslizarse en los brazos del fetichismo más grosero, opción de la que no siempre han logrado escapar algunas corrientes de moda en el pensamiento social contemporáneo. No obstante, a pesar de esta aparente sencillez del problema, todavía sobreviven relatos que pretenden explicar la génesis, emergencia y hegemonía mundial del neoliberalismo durante el último medio siglo (desde el 11 de septiembre de 1973, Santiago de Chile, extendido luego a Inglaterra, Estados Unidos y el resto del globo) como si hubiese brotado por generación espontánea a partir de los dictados mismos del capital. ¿El denominado “nuevo orden mundial” que se instaló de manera prepotente en todo el planeta tiene acaso una lógica autocentrada? ¿El mercado y el capital giran espontáneamente sobre sí mismos? La mayor parte de los discursos legitimantes que hoy pretenden convencernos de su “ineluctabilidad”, de su “imparable” avance y su “incontenible” despliegue, así parecen presuponerlo. Muchos de esos discursos pretendidamente “científicos” se olvidan del modo cómo las dictaduras de los generales Pinochet y Videla en América latina y los gobiernos autoritarios de Ronald Reagan y Margaret Thatcher en el capitalismo metropolitano, operaron con fórceps para que nacieran el neoliberalismo y sus mercados “espontáneos”. Sin embargo, la perspectiva de los oprimidos —que en forma creciente comienza a cuestionar al neoliberalismo— es bien distinta. Si observamos el mundo desde las clases subalternas, desde los millones de explotados y sojuzgadas, el ángulo cambia notablemente. Desde este otro horizonte, el neoliberalismo, los nuevos patrones de acumulación capitalista y la lógica cultural del capitalismo tardío no tienen una lógica autocentrada. No son completamente autónomos. No giran sobre sí mismos ni son autosuficientes. Se constituyen a partir de un antagonismo. Se alimentan de sus oponentes. Su “espontaneidad” es ficticia y aparente. Los cambios económicos, sociales, políticos, ideológicos y culturales que cristalizaron en el último cuarto del siglo XX en la figura del “neoliberalismo” no se han generado de manera automática. Entre estas mutaciones no pueden soslayarse la nueva modalidad de imperialismo y el nuevo patrón de acumulación capitalista

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