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En Venezuela, más allá de lo evidente, las luchas cotidianas de la gente suelen quedar fuera de la lupa. Por eso, una tarea en la que hemos insistido es la recuperación de las experiencias que, en lo pequeño, construyen un tejido de resistencia y al mismo tiempo el núcleo de nuevas relaciones más allá de la lógica del capital.

 

Un ejército no convencional

Corría el año 2014, Nicolás Maduro tenía apenas un año de haber sido electo presidente por una cantidad de votos bastante menor a la esperada y bajo la emocionalidad desoladora que dejó la muerte de Hugo Chávez. Durante los primeros meses del año María Corina Machado y Leopoldo López llamaron a “La Salida”, un esquema de presión de calle con una escalada violenta que tenía por finalidad expulsar al chavismo del gobierno. En este contexto da sus primeros pasos el Ejército Productivo Obrero. Para conocer más sobre este colectivo conversamos con Sergio Requena, quien forma parte de su estructura desde su nacimiento.

De acuerdo con lo que indica en su página, el Ejército, o EPO, surge en aquel año por la coincidencia entre los trabajadores y trabajadoras de tres empresas recuperadas: Indorca, Calderys y Equipetrol. Según comenta Requena, el calor de la lucha contra el dueño privado de esas empresas fue el caldo de cultivo ideal para la alianza. En ese espacio de conflicto, trabajadores y trabajadoras de las tres se conocieron. Indorca y Equipetrol pertenecían a un mismo dueño mientras que Calderys formaba parte de una transnacional. La tres habían sido abandonadas y sus obreros exigían que el gobierno procediera a su recuperación. Desde ese momento el propio Sergio Requena es enviado para asumir el enlace con el gobierno, iniciando una serie de actividades complementarias para arrancar las empresas. La necesidad de unidad fue la clave que les permitió comprender la importancia de una alianza para llevar a cabo la recuperación material y espiritual de esas fábricas.

Una vez que lograron recuperar exitosamente esas tres empresas entendieron que la proyección de ese éxito –que no solo era la recuperación sino la gestión en sí misma que se llevó a cabo posteriormente– pasaba llegar a todo el territorio nacional. En ese esfuerzo coincidieron en Caracas, durante el 2016, con compañeros de la empresa La Gaviota, otra fábrica recuperada concentrada en el enlatado de productos del mar. Sergio recuerda que al principio había incredulidad respecto a que el EPO, ya constituido, fuera capaz de llevar a cabo la recuperación. Esa resistencia se vino abajo cuando lograron que una planta que se encontraba completamente paralizada alcanzara el 100% de su operatividad en solo 5 días. Ese escepticismo fue la mayor dificultad para arrancar, un estado de ánimo que, de acuerdo con Sergio, constituye una tara cultural; la desconfianza en la propia capacidad para hacer cosas.

Esa fue la primera Batalla Productiva Obrera del EPO. Desde ese año han realizado 14 batallas, recorriendo buena parte del territorio nacional y logrando crecer tras cada una. En su página web definen estas batallas como “una táctica de la Clase Obrera para reactivar el aparato productivo nacional y ganar la guerra económica”. Durante cada una de estas batallas el Ejército se traslada a una fábrica y se instala en ella las 24 horas del día durante el tiempo necesario para recuperar la mayor cantidad posible de la estructura física paralizada. Mientras ocurre la recuperación el escepticismo da paso a la hermandad de clase y al finalizar no solo quieren que se queden sino que muchos están dispuestos a enlistarse en las filas de esa tropa. En estos pocos años de intensa actividad las Batallas Productivas Obreras han permitido recuperar 320 máquinas. 

Ante la pregunta por lo que ha cambiado desde 2014 hasta acá Sergio comenta con un sencillo “todo”. “Al inicio no nos llamábamos Ejército Productivo Obrero ni siquiera, solamente eran batallas con el nombre del sitio donde estábamos, no teníamos una metodología ni experiencias en todo esto” afirma. Sin embargo, tras las 14 batallas han podido sistematizar un método y ahora tienen más conocimiento de sus propias potencialidades. Igualmente acota que la correlación de fuerzas ha cambiado varias veces: unas ocasiones han estado solos, en otras utilizaron la institucionalidad de la Corporación de Industrias Intermedias de Venezuela y luego se entrelazaron con organizaciones de base como Tatuy TV y Utopix. En ese devenir siempre ha tenido algo claro, cualquier persona que lo desee puede pertenecer al ejército, sin importar formación, género o edad, porque “es un movimiento amplio que nos une en el amor a la patria”.

 

Trabajo voluntario y alianza con el poder popular

El núcleo de la fuerza del EPO es el trabajo voluntario y el esquema colaborativo para la alianza entre las empresas. La recuperación operativa solo es posible gracias al protagonismo de la clase trabajadora, las mismas personas que se encuentran allí forjan una comunidad con los trabajadores y trabajadoras que hacen parte del ejército y llegan para realizar las batallas. Para Sergio eso permite “palpar la potencialidad de la unidad de la clase obrera” pero no solo en un momento coyuntural específico, sino que a partir de esas experiencias se comprende claramente la “capacidad que tiene para la transformación del aparato productivo nacional”. En ese sentido, señala que el trabajo voluntario permite la expresión concreta del amor que contienen los trabajadores al devolverle la vida a algo que mejora la sociedad.

Frente a esa unidad, esa fuerza que permite la consolidación en la práctica de la organización obrera, no dejan de aparecer dificultades. Sergio señala como la principal de ellas a la burocracia, “al rentismo petrolero donde todo se contrata, donde hay una fragmentación característica de un modelo industrial atomizado, destinado a la exportación”. Sin embargo, no deja de señalar que han utilizado esos elementos burocráticos a su favor, para avanzar y lograr una mayor cantidad de batallas posibles. El reto para el EPO es vencer esa burocracia que desconoce las capacidades de los y las trabajadoras para evadir su trabajo. Esa burocracia cierra las puertas a espacios donde quieren hacer batallas, hospitales del país como el Clínico Universitario o el de Mariara. Se trata de una burocracia que tiembla ante el avance de un ejército al que solo lo mueve las ansias de construir el socialismo a partir del trabajo voluntario y un sudor que no tiene precio.

Pero más allá de la burocracia siempre está el pueblo organizado, todas aquellas experiencias de base que resisten desde el poder popular. Para Sergio, el papel principal del EPO en relación a las comunas y empresas recuperadas que resisten “es el de poder potenciar estas experiencias desde el punto de vista operativo y formativo para que den resultados palpables que permitan la satisfacción de las necesidades del pueblo”. Así se crean referentes de que sí se puede. En una época donde se exalta el fracaso para justificar virajes en la política pública, el EPO busca demostrar con el ejemplo que hay experiencias que sí funcionan y que pueden funcionar muchas más, permitiendo señalar lo que realmente ha fallado.

 

El socialismo y la gestión de lo público.

Aunque hoy en día se hable poco de él, incluso en Venezuela, el EPO no solo reivindica el socialismo sino que se plantea como un agente de su construcción. Al preguntarle a Sergio cómo entienden ellos el socialismo, este responde que se trata de la democracia participativa y protagónica que propuso el presidente Chávez y que debe ser a través de las organizaciones de base, y agrega que “la manera como nosotros contribuimos a ese socialismo es a través de la participación de los trabajadores y trabajadoras de las entidades públicas y privadas en el ejercicio de la recuperación operativa”. En ese sentido, ese proceso de recuperación es en sí mismo una manera de ejercer la democracia participativa y protagónica.

Ese socialismo, tal como lo entiende Requena, se encuentra en transición, porque “el avance revolucionario no es en línea recta, puede irse hacia atrás, puede ir en zigzag”. De acuerdo con él “los años cuando estuvo el presidente Chávez fue bien directo en ese sentido y en la actualidad se ve que se va hacia adelante o se va a hacia atrás, se toman algunas medidas que a mucha gente no le gusta”. Por hay una posibilidad grande de construirlo a pesar de las contradicciones, que cuando se agudizan permiten avanzar el proceso. La tarea, tal como la plantea y lleva a cabo ejemplarmente el EPO, es organizarse.

 En ese contexto, evaluando la existencia o no del socialismo en Venezuela, preguntamos a Sergio sobre la gestión pública y sus problemas, ante lo cual dijo que la principal dificultad “es la falta de una política única que conduzca los esfuerzos productivos en las distintas entidades de trabajo”. Esa fragmentación hace que cada uno esté haciendo las cosas en sus plantas “sin tener en cuenta lo que está sucediendo en el resto del país”. Al contrario de los lugares comunes, identifica la economía de puertos con la necesidad de exportarlo todo sin tomar en cuenta las necesidades del país. Agrega que “Esa desarticulación hace que cada uno busque obtener la mayor cantidad de recursos de la renta petrolera para colocar a tope sus plantas con una avidez tremenda y compitiendo entre las mismas plantas”. La reproducción constante de esta dinámica ha derivado en la quiebra de las empresas y la corrupción.

En ese sentido, la autogestión en Venezuela –pese a algunos discursos– fue tocada solo tangencialmente, según nos comenta. A esos procesos no se les dio ni el seguimiento ni el acompañamiento necesario, porque lo que se estableció fue un asesoramiento o una dinámica en la que quien envió el gobierno intentó ser un jefe en vez de un acompañante. Esto impidió la formación y la contraloría necesaria, llegando al punto actual. Sin embargo, el EPO viene a reforzar la existencia de lo que el propio Sergio califica como “referentes socialistas” que deben ser estudiados en detalle para construir una política. Todo esto, la transición al socialismo, la autogestión, la burocracia, la corrupción, etc., ocurren en el contexto de un modelo económico que Sergio caracteriza como “un archipiélago, donde cada empresa es una islita que decide sus políticas para realizar labores según su propia visión y no una visión de conjunto”. Esa falta de complementariedad conduce a la compra de equipos que se producen en el país pero se importan, impactando negativamente al aparato productivo. Si la desarticulación es el mal, la unidad es la respuesta.

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El 2020 no toma por sorpresa al Ejército Productivo Obrero quienes, de acuerdo a sus miembros, se encuentran firmes a pesar de una situación económica difícil. El mayor reto, el organizativo, lo han ido solventando gracias a la experiencia y a contar ahora con una página web para lograr la interconexión. En esa página pueden alistarse voluntarios de todas las edades, nacionalidades y géneros. Una de las principales orientaciones para este año es el apoyo operativo dirigido a las comunas y empresas ocupadas. De igual manera, se preparan para realizar un encuentro nacional que ayude a consolidar la organización. Para Sergio Requena el EPO va a estar ahí donde haya voluntad y reservas morales para avanzar. Eso es precisamente lo que esta experiencia constituye, una gran reserva moral para todos y todas quienes resisten en la construcción de otras relaciones sociales.

 

* Publicado originalmente en catalán en la revista https://catarsimagazin.cat/