Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 183-97 93 Sergio Bagú, plantea que la relación fundamental entre la realidad social y el conocimiento de esa realidad, depende de una parte o de un fragmento de lo que no conocemos de la misma, tanto de su pasado como de su expresión contemporánea. Esta afirmación es de enorme importancia porque, al revés de lo que ocurre con las corrientes empiro-positivistas, abre el conocimiento y la ciencia social para abarcar al conjunto de fenómenos sociales y humanos que transcurren en nuestra contemporaneidad, así como los anteriores que son responsables de su constitución histórica. Por ejemplo, la dependencia es inexplicable sin el conocimiento del colonialismo; en cambio éste, contemporáneamente constituido, como en Puerto Rico, se puede explicar sin la dependencia. De hecho con esta mirada Bagú resolvió, desde 1949, el dilema que durante la década de los setenta se dio en el debate sobre feudalismo o capitalismo en América Latina. Se trataba de una fuerte polarización entre quienes defendían que lo que hubo primero fue el “feudalismo”, mientras que por la prevalencia del capitalismo se inclinaron muchos autores, sobre todo los historiadores. En un libro memorable, muy cerca de las concepciones de Mariátegui, Bagú acuñó el concepto de “capitalismo colonial” resolviendo, de este modo, la dicotomía entre feudalismo y capitalismo que muchos autores confundían al identificar el primero con el colonialismo. Así, escribe que: “Ni feudalismo ni capitalismo. En realidad, un capitalismo naciente, arremetedor, inescrupuloso, que en América Latina parecía revivir engañosamente cierto ropaje feudal. Pero capitalismo en esencia”. En realidad, al lado de las concepciones teóricas, se trataba de un problema metodológico, en el sentido del papel que los conceptos y categorías desempeñaban en el análisis social y que se expresaba en un fuerte desfase entre la primacía de éstos sobre la realidad (dogmatismo) o, bien, de esta sobre aquéllos (el empirismo). Lo primero conducía a acuñar caracterizaciones como el feudalismo de aquéllas formaciones como las latinoamericanas que no coincidían con los conceptos teóricos tales como acumulación capitalista, explotación y trabajo asalariado, propiedad privada o producción de plusvalía. El segundo procedimiento, el empirismo, los desechaba al afirmar que nuestras economías y sociedades nada tenían que ver con el capitalismo y sí con otros “tipos” esencialmente diferenciados de este. Se habló, de este modo por ejemplo, de “subcapitalismo”, “anti-desarrollo”, “sociedades duales” o “tradicionales” particularmente por parte de las corrientes funcionalistas. En cuanto al “marxismo ortodoxo”, en su obra escrita en 1923, Lukács aclara que: No significa reconocimiento acrítico de los resultados de la investigación marxiana, ni "fe" en tal o cual tesis, ni interpretación de una escritura ‘sagrada’. En cuestiones de marxismo la ortodoxia se refiere exclusivamente al método . Esa ortodoxia es la convicción científica de que en el marxismo dialéctico se ha descubierto el método de investigación correcto; que ese método no puede continuarse, ampliarse ni profundizarse más que en el sentido de sus fundadores. A diferencia de la ortodoxia que opera a nivel del método de investigación y de exposición, el dogmatismo (dentro del marxismo, del funcionalismo o del estructuralismo) sustituye mecánicamente y sin mediaciones la realidad empírica e histórica por el cuerpo de ideas, conceptos, postulados e hipótesis que obran en los sistemas de ideas elaborados en altos niveles de abstracción. Como dice Marini se sustituye "…el hecho concreto por el concepto abstracto" (dogmatismo) y remonta cualquier posibilidad de análisis concreto, empírico y objetivo de la realidad. Además, los autores de esta corriente denominada dogmática, (…) ponían en un mismo plano el concepto de modo de producción, a partir del cual Marx plantea su estudio, y el de formación social, en tanto que forma histórica de realización de aquel concepto, obligando a la búsqueda de fases de desarrollo que ―como, por ejemplo, la manufactura―ni siquiera han llegado a cristalizar plenamente en muchos de los países dependientes.
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