Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89

Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 55-69 59 colonialismo francés), así como también en las grandes civilizaciones americanas, principalmente andinas y mesoamericanas (que recibieron el impacto brutal y exterminador del colonialismo español). De los dos trabajos comparativos de Kovalevsky (el jurídico y el de la propiedad de la tierra), Marx tuvo una opinión negativa sobre el que versaba acerca de temas jurídicos, al punto que el propio Kovalevsky, según su testimonio, dudó en enviarlo a la imprenta. La investigación que sí atrajo completamente la atención de Marx —incluso motivando severas críticas y cuestionamientos teóricos que dejó por escrito en su cuaderno B140— fue la que Kovalevsky emprendió sobre la propiedad comunal de la tierra y sus diversos avatares, endógenos y exógenos, bajo dominación colonial británica (en las distintas regiones de la India), francesa (en Argelia) o española (en el caso indígena americano). Kovalevsky brinda testimonio del particular tipo de vínculo que Marx establecía con los interlocutores de su círculo íntimo (Riazanov: 1976, pp.175-176). Los diferenciaba en dos tipos: los “amigos científicos” (donde el mismo Kovalevsky se incluía) y los “amigos militantes y camaradas de lucha”. Según las memorias posteriores del joven investigador ruso, tres décadas menor a Marx, éste era considerado por él como su “querido maestro” (sic) (Enzensberger: 1999, 408). Pero exclusivamente en el terreno científico. Kovalevsky, con gran cariño, recuerda que Marx en el fondo se sentía más a gusto con sus “amigos revolucionarios y con sus camaradas de lucha”, pero por educación —según su singular interpretación— intentaba disimular esa diferencia tratando de igual modo a sus colegas científicos. Es una lástima que las cartas de Marx a Kovalevsky hayan sido quemadas por los amigos de este último en Rusia, por temor a la policía (Anderson: 2010, p.279). Resulta por demás interesante la confirmación que realiza Kovalevsky del interés del último Marx por la evolución de las formas familiares desde los tiempos antiguos, el problema colonial, la cuestión rusa y fundamentalmente su comuna rural, presente en su correspondencia célebre con Vera Ivánovna Zasulich de marzo de 1881 (Marx: 1980 b, pp.21-60), en su paradigmática carta al periódico ruso Otiéchestviennie Zapiski [ Anales de la patria ] de fines de 1877 y en su más que abultada correspondencia con el traductor ruso de El Capital Nikolai-on (seudónimo de Nikolái Frántsevich Danielsón, quien lo tradujo ayudado por German Lopatin). Con cariño, nostalgia y no poca ironía, Kovalevsky rememora en 1909 las curiosas “amenazas” que recibió por parte de Jenny von Westphalen, la compañera de toda la vida de Marx, de no cocinarle más chuletas de ternera si él y Danielsón continuaban regalándole al principal teórico del comunismo libros sobre Rusia… que lo “distraían” de la redacción final de El Capital (reproche que también estaba presente, chuletas al margen, en su amigo Engels). Kovalevsky nunca se enteró en vida de Marx de las notas que el autor de El Capital iba tomando acerca de sus escritos sobre la propiedad cooperativa, colectiva y comunitaria de la tierra. Según su propio testimonio de 1909, es Engels, tras la muerte de Marx, quien le muestra el Cuaderno IIGS B 140 (Enzensberger: 1999, p.360). Aunque la principal admiración del gran amigo de Marx estaba dirigida, como es bien sabido, hacia Lewis Morgan, a partir de la cuarta edición ampliada de 1891 de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado , también él incorpora las reflexiones, apuntes y obras de M.M. Kovalevsky, particularmente de su libro Cuadro de los orígenes y de la evolución de la familia y la propiedad [Estocolmo: 1890] (Engels: 2004, 15, 51-52, 54 y ss). En ese tiempo, particularmente en agosto de 1892, Kovalevsky visita a Engels en persona (Ilichov et al .: 1977, p.521). admiración explícita, su mirada no era la de un turista deslumbrado ante “lo exótico”. Por eso concluye su carta afirmando: “ Sin embargo, se irán al diablo sin un movimiento revolucionario ” (Dunayevskaya: 2017, pp.390-391). Puede leerse la correspondencia enviada por Marx desde Argelia en un volumen relativamente reciente que las reune y contextualiza (Marx: 1997).

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