Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
TIAPA Consideraciones Eurocentrismo, imágenes de la diferencia y espacios sociales… 48 Por contraste, al igual que las relaciones geopolíticas, la transformación profunda de cualquier proceso histórico que busque cerrar las brechas entre clases dominantes y subalternas, al tener un fuerte componente relacional, junto con otro sustantivo, va más allá de un cambio de relaciones sociales ya que ésta se aventura a un cambio en la sustancia de la sociedad en sí. El componente relacional está en la distribución desigual de riqueza entre las distintas clases sociales, basada en la configuración de un orden político coherente con las representaciones de la realidad de los grupos dominantes del sistema capitalista. En este orden, el Estado Neocolonial se convierte en un legitimador del capital supranacional por medio de la organización de un marco jurídico represivo de los grupos subalternos, de modo que se crea un sentido común compartido y normalizado (Barnes, 1990) en el que todos los sujetos sociales se convencen de que trabajan para sí mismos, cuando en realidad lo hacen para sostener el sistema productivo que privilegia a las clases y prácticas culturales dominantes. Ahora bien, en las potenciales experiencias históricas en que los así llamados sectores subalternos sean capaces de allanar a las estructuras del Estado Nación, las instituciones neocoloniales son susceptibles de ser convertidas en estructuras subordinadas a estos sujetos sociales, históricamente excluidos de los espacios de tomas de decisión. Sobre la base de este allanamiento, una sociedad orientada a la descolonización necesita estructurar la capacidad para crear las condiciones de equidad y de redistribución de la riqueza colectiva. A lo interno de los Estados postcoloniales, esto es posible por medio de la devolución a las clases trabajadoras –una categoría que permite englobar a los diferentes grupos culturales y étnicos descendientes de las esferas de resistencia a la condición colonial- de todas las riquezas enajenadas por los sectores explotadores mediante la generación de plusvalía. A lo externo, los procesos descolonizadores necesitarían romper con las barreras nacionales impuestas por las agencias dominantes del sistema mundo y crear bloques geopolíticos de contrapeso a los centros hegemónicos. Sin embargo, las experiencias históricas descolonización sólo se han planteado el problema en términos político-institucionales, no así en términos culturales, que según un argumento coherente con el sentido de contradicción con los proyectos civilizatorios impuestos, deberían ser prioritarios. En este sentido, al hablar de la dimensión relacional, queda abierta la discusión en torno a la dimensión sustantiva, pues aún es prioritario transformar radicalmente las nociones que tenemos de la sociedad, el progreso, la riqueza, la historia, etc. y en este esfuerzo es fundamental la generación de nuevos paradigmas conceptuales que relativicen el correlato espacial de la división entre sujeto y objeto. En esta reconfiguración de los marcos de conocimiento, los sectores subalternos se encuentran en un lugar privilegiado dada su condición de exterioridad en cuanto a las circunscripciones espaciales correspondientes con aquello que se ha impuesto como modelo ideal de sociedad. De la misma manera que el conocimiento colonizador es una reafirmación de la verdad y, por lo tanto, de las condiciones de distribución desigual del poder, también es un velo para la propia clase dominante sobre lo que la realidad debería ser, desde su visión de mundo. Este velo, al realizarse pragmáticamente en los lugares de producción de conocimiento, tiene una fuerte tendencia a la variación en cuanto a la coherencia o incoherencia entre construcción cultural de la realidad y la realidad en sí. En los ámbitos espaciales en los que se vive el modelo ideal de los centros hegemónicos globales, se puede decir que hay una tendencia a la coherencia entre modelo ideal y realidad, con un cierto gradiente de cambio a lo interno de las diferentes clases sociales que los integran. Ahora bien, no ocurre lo mismo en las periferias del sistema mundo donde los grupos simbólica y materialmente dominantes viven una realidad que no coincide con su modelo ideal de la sociedad. En tal sentido, la posibilidad de creación de nuevos paradigmas de conocimiento reside en el reconocimiento del estatus epistemológico de estas voces, sobre la base de las múltiples prácticas discursivas configuradas a partir de las reflexiones corporeizadas en experiencias de reproducción histórica de un sentido del nosotros constantemente negado y atacado por la hegemonía colonial. Para esto no hay un modelo previo, ni tampoco un procedimiento preestablecido. De haberlo, se reincidiría en el mismo acto autoritario de homologación cultural que durante cinco siglos ha intentado la epistemología imperialista a lo largo del orden global. Un acto de descolonización de los espacios
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