Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89

Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 38-54 45 Paradójicamente, esta relación de poder, al ser relativa y relacional (Coronil: 2002), hace que los sujetos hegemónicos en las sociedades post-coloniales no dejen de ser subalternos en la dinámica del sistema global. La particularidad de la autopercepción de estos sujetos dominantes está en que aceptan la identidad colonizada, al asumir el retrato mítico y degradante, configurado y difundido por las agencias colonizadoras, de modo que termina por ser aceptado y vivido en cierta medida por las y los colonizados. Así, la imagen neo-colonial adquiere de este modo cierta realidad y contribuye al retrato real de la sumisión a la condición colonial (Memmi: 1996, p. 98). FRONTERAS, RESISTENCIA E INTER-SUBJETIVIDAD La manera en que el patrón de pensamiento colonial objetiva las diferencias contrasta con los modos en que otras sociedades, alternas a la dominación capitalista, han configurado formas de producción de conocimiento basadas en relaciones intersubjetivas. En tal sentido, a fin crear una distancia con las versiones dominantes de la modernidad, es necesario aproximarse y tomar como referencia epistemológica a las versiones subalternas, silencias y marginalizadas por la auto atribuida racionalidad eurocéntrica, estén estas tanto fuera como dentro de la así llamada cultura occidental (Sousa Santos: 2011, p. 30). Es posible que en ciertas sociedades la relación de los sujetos no se establezca en términos de una relación jerárquica con un objeto, sino que se parta del principio de que los “otros” son en sí mismos sujetos, con la capacidad de emitir juicios sobre la realidad con un rango homologable con el mismo sujeto que inicialmente la aprehende. Por contraste con este división entre sujeto y objeto, las sociedades no occidentales, ajenas a la sujeción de sistemas políticos determinados por las estructuras estatales y que han resistido a la expansión del colonialismo, parten del principio de que el así llamado “mundo natural” por el pensamiento moderno es un ámbito integrado por entidades no humanas que pueden ser percibidas como sujetos con sus propias voliciones y consciencias (Ingold, 2000; Nadasdy, 2007; McNiven, 2010) Por ejemplo, entre sociedades indígenas el paisaje, más que ser un entorno inanimado, es concebido como un cuerpo de entidades con sus propias historias y subjetividades (Rose, 1996; Huggan y Tiffin 2015; McNiven, 2004; Suchet, 2002; Franklin, 2006; Vaarzon-Morel, 2010; Suchet, 2002; Coombes, Johnson, y Howitt, 2012; McNiven y Feldman, 2003; Lavau, 2011; Whitehouse, Hilary, et al, 2014, Hokari, 2011). De este modo, lo que el pensamiento moderno representa como naturaleza objetiva, es concebido como un mundo social, donde los no-humanos son vistos como agencias con sus propias organizaciones sociales, a su vez, con sus formas singulares de complejidad (Viveiros de Castro, 1992; Descola, 1996; Fausto, 1999; Villar, 2004; Santos-Granero, 2006; Rival, 2012). Un ejemplo de este tipo es el caso del pueblo Maya Tojolabal del Sur de México, cuya estructura lingüística da cuenta de una cosmovisión radicalmente contrastante con la representación de la realidad de la cultura de origen europeo. La particularidad lingüística, cultural y política de la etnia Tojolabal está en la intersubjetividad , pues desde este marco de referencia se parte del principio de que todas las entidades son sujetos y de que no hay objetos, ni en el contexto del idioma ni en el de la relación con el entorno (Lenkersdorf, 1996, p. 14). En la estructura lingüística Tojolabal, hay determinados acontecimientos cuya realización y descripción verbal exige una pluralidad de sujetos y la exclusión de toda clase de objetos, de modo de la condición de intersubjetividad se caracteriza por la presencia de dos sujetos en interacción y la ausencia de objetos (Lenkersdorf, 1996, p. 28). Por contraste, en las lenguas de raíz indoeuropea, la relación entre varias personas se percibe como de un sujeto actor frente a objetos que reciben la acción del sujeto, mientras que, en Tojolabal, el relación es de varios sujetos cuya participación se requiere para que el hecho ocurra (Lenkersdorf, 1996, p. 30-31). En tal sentido, para superar la pesadilla de la colonialidad , urge cuestionar a la idea de que la modernidad es un universal trascendental capaz de arrojar a la tradición y a la condición dl “otro arcaico” de la modernidad, a todo aquello que le resulte ajeno y que no encaje en los imaginarios sobre sí misma (Restrepo, 2007, p. 5). Sobre la base de esta estructura, se establecen las relaciones jerárquicas basadas en la división sujeto-objeto y se construye un imaginario contradictorio con los procesos de estructuración de las sociedades

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