Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
TIAPA Consideraciones Eurocentrismo, imágenes de la diferencia y espacios sociales… 44 Tiempo (cf. Fabian: 1983), estos viajes son coherentes con las prácticas de aquellos que creen que son sus pares metropolitanos cuando, a su vez, también hacen viajes a regiones del Hemisferio Sur, en búsqueda de la realización de imaginarios no realizados en sus propios referentes inmediatos (cf. Augé: 1998a), en los que además reafirman su condición de dominación. Ahora bien, vale preguntarse si es posible entender cabalmente la realidad de las sociedades y grupos sociales subalternos desde lugares de enunciación (Mignolo: 2001) que, aun cuando son hegemónicos, tienen una perspectiva tan limitada sobre la realidad. Cuando esto es aplicado a las esferas espaciales de producción de conocimiento, la situación se vuelve aún más crítica. De hecho, muchos nos creamos la falsa imagen de que un “campus universitario” es un espacio privilegiado. Ciertamente se trata de un tipo de espacio para la reivindicación de a los sujetos históricos subalternos, sean mujeres, niños, indígenas, campesinos, pobres, etc. Sin embargo, esto no lo hace ser un lugar privilegiado, mucho menos en la realidad extraeuropea, donde los subjetividades de las clases dominantes locales reivindican un mundo y una cultura en la que no viven, mientras que tienen que tolerar a “los otros”, cuya mera existencia les recuerda lo lejos que están de pertenecer a la sociedad soñada, lo que deriva en la construcción de una otredad negativa, según la cual las y los pobres, indígenas y afrodescendientes se perciben como el reflejo de lo que “ellos” no son. En sociedades como esta, los espacios de producción y reproducción del conocimiento, así como de naturalización de la sociedad industrial, se convierten en refugios en cuyo interior es posible crear un universo imaginario semiconsciente y ficticio –en el sentido en que Augé (1998b) le da al término “ficción- para teatralizar la pertenencia a la sociedad hegemónica euro-norteamericana o para al menos poder cumplir con los requisitos para la aceptación por en esa otra sociedad ideal. A pesar de sus capacidades perceptivas circunscritas, en los contextos coloniales y neocoloniales, desde estos lugares de enunciación se establecen los referentes de la abstracción, al percibirse como los puntos inobservables de observación correspondientes con la conciencia metropolitana, como la versión secularizada de una suerte de conciencia supraterrenal, con capacidades correspondientes con la divinidad (Castro-Gómez: 2007: 83). Al mismo tiempo, como refugios de civilidad ante la amenaza constante de aquello que se percibe como la barbarie, estos lugares se convierten en ghettos , como circunscripciones perceptivas que impiden ver con claridad la complejidad de la sociedad multicultural que les rodea y a la que –desde el modelo dominante- se considera que no se debe pertenecer. Esto sería el equivalente colonial de la clásica categoría de idealismo burgués o del provincianismo eurocéntrico (Dussel: 2000), pero que al mismo tiempo hace que éste entre en conflicto cada vez que desde el hemisferio norte se envían nuevos mensajes sobre el “deber ser” de la sociedad, como por ejemplo la construcción del exotismo, según el cual las “otras culturas” pueden ser valoradas por un valor estético similar a la representación cosificada de la animalidad. En este sentido, desde el lugar de enunciación de los sujetos correspondientes con el modelo de referencia en el sistema global, el exotismo animaliza –en un marco cultural donde los animales son considerados inferiores- y naturaliza –en el mismo contexto donde la “naturaleza” se piensa como una entidad cosificada- a las otras culturas del mundo, sin que por eso ocurra una relación sujeto-sujeto, sino que se mantiene como una dinámica de sujeto-objeto. Al imponerse la idea de la singularidad de un sujeto ha sido posible la negación de las relaciones intersubjetivas con otras agencias históricas ajenas al ideal racista de la persona (Quijano: 1992, pp. 14-5). Así, desde el punto de vista del sujeto moderno, las otras culturas no producirían un conocimiento real, sino creencias, opiniones, magia, idolatrías o bien objetos o materias primas para las investigaciones científicas (Sousa Santos: 2010, p. 31) En el caso de los grupos dominantes, esta percepción se debate entre la búsqueda de un subalterno local sobre quien reproduce la misma relación que se le impone desde el centro o bien opta por la auto- exotización, que deriva en objetualización, como ocurre con la auto-atribución de erotismo y animalidad para ser aceptados por los sujetos norhemisféricos, al menos como mercancías con valor de uso. La publicidad dada a un país como Venezuela –entre otros países latinoamericanos- como “exportador de Misses” es un buen ejemplo de esto, pues no se trata de la atribución de una condición de sujetos a las mujeres, sino de mercancía que además llega a tener valor de cambio, pues puede llegar a ser “exportada”.
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