Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89

TIAPA Consideraciones Eurocentrismo, imágenes de la diferencia y espacios sociales… 42 articulación supralocal, fueron la base de los sistemas interétnicos, como unidades de cohesión política regional contrastante con las geopolíticas del sistema colonial español (Tiapa: 2007a). En tal sentido, la conexión entre espacio social, conocimiento y poder tuvo un lugar central en el programa evangelizador, como uno de los proyectos civilizatorios fundantes del pensamiento moderno (Dussel: 1994). Aún más, este fue el origen del parcelamiento social (cf. Tiapa: 2015), como forma de control, verticalización, homogeneización y generación de enunciados sobre el esquema idealizado del sistema mundial. Dado su valor patrimonial, el conocimiento, al tener esta carga identitaria, nos recuerda a la forma en que Gastón Bachelard alertó sobre la degradación de lo que él llamó el espíritu científico , cuando en lugar de buscar alguna adherencia a la verdad , la el interés por imponerse sobre otras entidades llega a traducir “…necesidades en conocimientos” (Bachelard: [1938] 1974, p. 16 ) . De este modo, en las regiones fronterizas del sistema global, los espacios de encapsulamiento simbólico del conocimiento se configuran como lugares equivalentes a la experiencia histórica de los enclaves coloniales. Dentro de ellos, quienes los integran, imaginariamente se perciben a sí mismos como miembros de las metrópolis, aun cuando desde estos lugares su existencia sea negada o ignorada. En el nivel epistemológico, esta retórica identitaria establece sus jerarquizaciones a partir de la idea que los otros son sólo cuerpo , mientras que el yo moderno es la representación de la mente ; es decir, por medio de la asociación entre poder y la división sujeto/objeto. Así, al imponerse a sí mismo como el máximo estadio del progreso humano y como guía para el camino de la así llamada civilización, este sujeto representa a las otras formas culturales como objetos, pues desde su punto de vista son percibidas como formas inferiores. Aunque se trata de una construcción con fines axiomáticos y, aparentemente, ausente de contenidos precisos, tal alteridad negativa se nutre de referentes empíricos como el de las sociedades indígenas americanas, asumidas como “lo otro” absoluto de las sociedades europeas (Castro Gómez: 2000, p. 154). ESPACIOS SOCIALES DE REPRODUCCIÓN DEL SENTIDO COMÚN HEGEMÓNICO En los contextos fronterizos del Sistema Mundo, la idea de que hay lugares donde se construye conocimiento y otros en los que sólo se existe irreflexivamente sobre el mundo, es el correlato espacial de la división mente-cuerpo, correspondiente con la dicotomía sujeto-objeto, fundante del pensamiento moderno (Wallerstein: 1996, p. 4). Por ejemplo, en el proceso de auto demarcación de tierras y hábitats indígenas venezolano, la posibilidad de que la versión indígena sobre su propio territorio tuviese validez está determinada por la aceptación, por parte de los funcionarios del Estado y de la convalidación hecha desde los espacios institucionales de la antropología y/o de la geografía (cf. Zent y Zent: 2006). En términos culturales, se parte del principio de que sólo el territorio plasmado en un mapa, separado de la vivencia en sí, avalado por un escrito que la abstrae, es la única forma de legitimar el derecho de una sociedad a mantener un mínimo rango de autonomía dentro un espacio ocupado en una historia de larga duración. Tal verticalización de saberes, se sustenta sobre la relación asimétrica entre un sujeto cognoscente y un “otro” étnico, cuya identidad y sustancia es atribuida y/o legitimada desde fuera (Rivera Cusicanqui: 2008, p 159). De este modo, se estrecha y se controla el rango para la creación de una identidad y una originalidad ontológicamente irreductible al margen de un campo de relaciones de poder (Quijano: 1992, p. 15). Aún más, tal posibilidad creativa, al pasar por el filtro del sujeto cognoscente, termina reduciéndose únicamente al equivalente del cuerpo en relación con la mente, pues a pesar de ser un conjunto de creaciones culturales con su propia volición y proyección de futuro, se correría el riesgo de que el reconocimiento de sus potencialidades subjetivas amenace al orden establecido y naturalizado por el colonialismo. Por otro lado, la separación mente-cuerpo está acompañada de la imposición, sobre otras culturas de la idea del parcelamiento espacial. En el río Ventuari, la coexistencia histórica entre las etnias Hohotï, Piaroa, Kurripako y Yekuana se vio alterada por el traslado de la imagen neocolonial de un territorio que sólo puede ser ocupado por una etnia con un único contenido cultural y con un código de comunicación homogéneo.

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