Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89

Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 38-54 39 INTRODUCCIÓN En toda cultura, tanto el espacio como el tiempo social están concebidos de diferentes formas y diferentes dimensiones según el marco perceptivo y la dinámica de relaciones sociales en el que han sido concebidos (Lévi-Strauss: 1969, p. 261). En su realización material, la espacialidad y la temporalidad cultural se concretan en la relación entre sus sustratos de construcción de significados y sus territorialidades pragmáticamente realizadas entendidas éstas como aquellas plataformas espaciales necesarias de toda relación entre las agencias que integran a un cuerpo social determinado (Izard: 1981, p. 341). A esta base empírica, simbólicamente representada, estas agencias sociales acceden a través del tamiz de un proceso de significación definido por los discursos que median sobre sus versiones de la realidad (García: 1976, p. 13). Tal creación de significados en torno al espacio funciona a través de elementos distintivos que dan cuenta de una capacidad virtualmente sin límites de jugar con la visión interiorizada del entorno (Leach: 1978, p. 49). De esta manera, en el juego de representación del entorno, es posible que -ante la presencia de formas divergentes de construcción de sentido- a un mismo referente empírico le sean otorgadas distintas narrativas, en un constante solapamiento entre diferentes perspectivas sobre el espacio social (Barthes: 1990, p. 257). En este marco, como contraste con los lugares de la alteridad, el espacio de la identidad viene a ser la plataforma de sentido para aquellos que lo habitan y principio de inteligibilidad para quien lo percibe desde una mirada exógena (Augé: 1993, p. 58). Así, como una construcción históricamente cambiante en toda cultura, el espacio identitario tiene consecuencias profundas en la compresión de la cultura, la naturaleza, la economía y, en particular, en la construcción de conocimiento (Escobar: 2000, p. 156). Al estar imbuidos por juegos de construcción de identidad, los espacios sociales de producción de conocimiento operan como marcos de teatralización discursiva, donde las retóricas sobre la realidad adquieren legitimidad no por su complejidad o por su funcionalidad, sino por la carga ritual del espacio en sí mismo. En el así llamado mundo moderno , la producción de conocimiento se elabora en el mismo contexto cultural donde la mitología cristiana se ha reproducido gracias a la imposición de espacios de culto, regidos por la imagen sacerdotal que, al presentarse como la representación de la deidad en la Tierra, se establece como la dueña de la verdad. Esta imagen se irradia al cuerpo social por medio la construcción de la idea de una totalidad capaz de ejercer primacía absoluta sobre el resto de los ámbitos de la realidad, a partir de una lógica que gobierna el comportamiento del todo y que tiene la capacidad de cambiar cada una de las partes que la rodea (Quijano: 2011, p. 9) y que deriva en la elaboración de un marco mítico ritual de producción de verdades, cuyo valor no deriva de su sustancia, sino por el dónde y aún más desde dónde se reproducen. De esta forma, la idea del lugar de conocimiento cobra una dimensión ubicua, extensibles a lo largo de redes opacas más allá de sus contextos de producción, con una fuerza singular en los contextos en que, paradójicamente, su ausencia marca con mayor fuerza a su presencia. Estos contextos son las fronteras de la Modernidad; es decir, aquellos ámbitos en que el espacio de conocimiento establece la distinción entre la imagen del sujeto moderno, proyectada según la idea de una singular presencia en el Tiempo (Fabian: 1983, p. 11; Sousa Santos: 2011, p. 30; Castro Gómez: 2000, p. 154; Quijano: 2011, p. 3), con una cierta capacidad de separar la mente del cuerpo (Chukwudi-Eze: 2001, p. 243) y geopolíticamente identificado con los “centros” del orden global; por contraste con el resto de los ámbitos de la realidad, trasladados a la condición de objeto , anclados a sus determinaciones corpóreas y contextuales, además de estar fuera del Tiempo. Desde los lugares del saber se habla, mientas que el resto del mundo es aquello sobre lo cual se habla, sin que exista la posibilidad de que haya una proyección inversa. Sobre la base de estas consideraciones, este trabajo presenta un conjunto de reflexiones teóricas sobre las relaciones entre conocimiento, poder y espacio social en las fronteras interculturales del orden global. En términos empíricos, tales reflexiones se sustentan sobre una serie de investigaciones derivadas del campo de la Antropología Histórica del colonialismo, así como de las relaciones entre pueblos indígenas amazónicos y agencias estatales contemporáneas. En el ámbito teórico, este ensayo está influenciado por las discusiones en torno a la dimensión colonial de los supuestos básicos subyacentes (Gouldner, 1979) de los saberes modernos

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