Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 239-248 241 Se puede decir que Colombia desde su fundación ha sido atravesada por la violencia a partir de las guerras de independencia y las guerras civiles del siglo XIX (Moreno Parra, 2014). Posteriormente, se inició el siglo XX con la Guerra de los Mil Días, donde se perdió parte del territorio colombiano, en el que hoy se encuentra Panamá; luego se dio pasó al conflicto partidista entre liberales y conservadores que se desarrolló entre los años 40 y 50 (Silva Prada , 2011). A partir de este momento, ha existido una relación histórica entre la violencia y el bipartidismo “que ha cumplido una función desestructurante, y que se ha expresado en el desarrollo y ejercicio del poder político por parte de las élites con miras a mantener el dominio paritario bipartidista” (Moreno Parra, 2014, p. 203). El siglo XX terminó con la incursión de la guerra entre las nacientes guerrillas de izquierda, las de ultraderecha o paramilitares (relacionadas con el Estado) y las mismas fuerzas del Estado, dentro de una economía del narcotráfico que les ha permitido financiarse (Silva Prada , 2011). De esa forma, la violencia de este periodo estuvo marcada por la expansión de las guerrillas, la incursión paramilitar, la extensión del narcotráfico, las reformas democráticas y la crisis del Estado, que presentó un punto crítico entre los años1996 y 2002; que finalmente, fue sucedida por una etapa decreciente del conflicto, la cual se ha relacionado con la recuperación de la iniciativa militar del Estado y la desmovilización parcial de miembros de las guerrillas y grupos paramilitares (Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, 2013). Sin embargo, a pesar de la disminución en las confrontaciones, Colombia no ha logrado dar fin al conflicto interno armado, manteniendo la presencia activa de diversos actores a lo largo de su territorio. De esta manera, este se encuentra próximo a cumplir 60 años, configurándose en uno de los conflictos activos más antiguos a nivel mundial. Son diversas las causas y explicaciones que se han dado al origen y mantenimiento de este conflicto, que según Camargo Barrero (2018) contempla razones económicas, sociales y políticas, que han dado cabida a la conformación de grupos armados ilegales, los cuales han afectado principalmente a la población de los territorios más vulnerables. Para Molano Bravo (2015) el conflicto armado se deriva de la violencia, la cual se origina por dos causas interrelacionadas, por una parte, el control sobre la tierra y por el otro, el control sobre el Estado. Por último, Silva Prada (2011) indica que la complejidad social del conflicto colombiano impide cualquier intento de reducir sus causas a hechos o situaciones únicas y precisas, dado que esta forma de violencia se ha conformado históricamente a través de continuidades, rupturas y la emergencia de nuevos elementos que le dan una forma singular. Pese a la persistencia de esas situaciones que se han señalado como causantes y mantenedoras del conflicto, Colombia ha intentado en numerosas ocasiones dar fin al mismo. Muestra de eso son los recurrentes escenarios que se han generado para la construcción de paz y superación de la violencia en medio de las confrontaciones (Moreno Parra, 2014). En total se han realizado 11 procesos de paz con distintos grupos armados ilegales, si bien algunos de ellos han terminado en fracaso, estos han dejado una serie de lecciones aprendidas para los posteriores intentos; el proceso más reciente, fue el acuerdo de paz desarrollado entre el gobierno colombiano en cabeza del presidente Juan Manuel Santos y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo) una de las guerrillas más antiguas del país (Vargas Castiblanco, et al., 2019). Este proceso inició a principios del año 2012 con unos diálogos en La Habana (Cuba) entre las dos partes, que culminaron en el año 2016 con la firma del denominado Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera . El cual básicamente invita a todos los colombianos a participar en su ejecución, que contempla seis puntos centrales: 1) Reforma Rural Integral, que le apunta a mejorar las condiciones en el campo; 2) Participación política en la apertura democrática para construir la paz, que implica dar paso al pluralismo en el ámbito político; 3) Cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y la dejación de las Armas, que es la terminación definitiva de las acciones ofensivas de las partes y la reincorporación de las FARC-EP a la vida civil; 4) Solución al problema de las drogas ilícitas, con un tratamiento distinto al consumo, a los cultivos de uso ilícito y a la producción y comercialización de drogas
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