Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89

Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 227-238 231 epistémicos que consideran al fuego el primer fenómeno que inspiró la reflexión en el ser humano, “...entre todos los fenómenos solo el fuego merece, para el hombre primitivo, el deseo de conocer, porque va acompañado del deseo de amar.” (Bachelard: 1966, p. 96). En esta perspectiva la episteme sobre el fuego contribuye a la compresión de lo que significa en un proceso de investigación los “hallazgos afectuosos”, el tipo de hallazgos que se consiguen cuando en la proximidad investigativa hay compromiso político. En el libro “Psicoanálisis del fuego” afirma: El fuego que nos quemaba, nos ilumina súbitamente. La pasión encontrada, deviene pasión querida. El amor deviene familia. El fuego deviene hogar. Esta normalización, esta socialización y esta racionalización pasan frecuentemente, con el peso de los neologismos, por tibieza (Bachelard: 1966, p. 168). Entre las claves que ofrece al trabajo de investigación, donde se integra al fuego como fenómeno epistémico, se encuentra en el libro “La llama de una Vela” lo que sigue: (...) entre los objetos del mundo que inducen a soñar, la llama es uno de los más grandes operadores de imágenes. La llama nos fuerza a imaginar. Ante una llama, cuando uno sueña, lo percibido se vuelve nada al lado de lo imaginado. La llama lleva su carga de metáforas e imágenes a los más diversos ámbitos de meditación. Úsenla como sujeto de uno de los verbos que expresan la vida, y verán que le da al verbo un suplemento de animación [...] Gracias a la llama tomada como objeto de ensoñación, las metáforas más frías se vuelven imágenes de verdad (Bachelard: 2002, p. IX-X). El primer apunte del filósofo es el que describe a la llama como “objeto” que induce a soñar, el segundo la concibe como operador de imágenes, el tercero la relacionada con la autonomía que tiene sobre la imaginación humana ( “nos fuerza a imaginar” ), el cuarto es el uso como sujeto de uno de los verbos que expresan la vida y el quinto es la transformación de metáforas sobre el frío en verdades ancestrales. Éstas claves son relevantes en la búsqueda de puntos de conexión con la psicología popular Misak, especialmente la que refiere al fuego como operador de imágenes que, al guiar la búsqueda, permite identificar la siguiente referencia: (…) nosotros los Misak afirmamos que la autoridad nace de la naturaleza que nos creó, porque es ella y sus leyes quienes son el principio original de las cosas. Se parte primero de las leyes de la vida y luego vienen las costumbres que han construido nuestros antepasados y nos han legado los mayores. Por eso afirmamos que el nuestro es saber natural, que es de origen, y nadie nos puede negar que la naturaleza es el primer y principal ordenador de todo cuanto en ella existe, y que regula por lo tanto el actuar de todos en cada territorio. Esa es la razón para que digamos que la autoridad nace del Nachak y se trasmite a toda la comunidad conformando con la Autoridad Tradicional (El Derecho Mayor: 2014, p. 43-44). Aprendimos con los amigos Misak que en la Nachak nace la autoridad, de la cual la comunidad aprende a través de las palabras de mayoras y mayores. El fuego está relacionado con las leyes de la naturaleza, con las leyes de la vida que enseñan al Misak las costumbres y a actuar en el territorio. La autoridad de origen es ancestral y viene de la naturaleza, posteriormente se organizan las costumbres. Es importante llamar la atención sobre el reto epistémico en la psicología popular del pueblo: las leyes de la naturaleza son el origen de las leyes culturales, es decir, el estudio sobre la relación terapéutica en la medicina tradicional Misak no puede colocar a la naturaleza como discurso producido culturalmente, porque en esta cosmovisión las costumbres y la tradición provienen de los espíritus del páramo - laguna, el kallim (masculino -Laguna Piendamó) y pishimisak (femenino - laguna Ñimpe).

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