Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89

Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 179-198 183 atrapados en los modos en los que culturalmente hacemos sentido del mundo, que el significado no está por fuera del lenguaje, y por lo tanto nunca completamente fijo, es continuamente construido, producido por las prácticas de significación de las que participamos como hablantes de una lengua. Las implicaciones de este argumento son diversas. Por un lado, el hecho de que el significado nunca esté fijo, ni pueda fijarse, implica que los significados de los que disponemos han sido construidos social, histórica y culturalmente; por lo tanto, han cambiado y pueden cambiar, ya que estos cambios no dependen de un sistema de reglas analíticas establecidas con verdad y objetividad por el pensamiento sino de los modos en los que arreglos sociales y culturales operan. Por otra parte, si el significado no está fijo, entonces no puede saberse o descubrirse, sino únicamente interpretarse y, en este sentido, que hay una serie de imprecisiones inevitables en la comprensión por efecto de los excesos de significado que quedarán siempre en las márgenes de la interpretación. Finalmente, todo el proyecto de la representación como camino para producir conocimiento sobre las cosas del mundo se desmorona y quedaría supeditado a los actos de habla. 2.2. Las posibilidades de la producción de significado de la cartografía Hasta ahora parece claro que lo que representamos cada vez que hacemos una cartografía social no es el mundo, ni las categorías de pensamiento a través de las cuales producimos conocimiento acerca de él. Lo que queda en el concepto gráfico de la cartografía, son las interpretaciones sobre las posibilidades en que lo social, lo cultural y lo histórico permite hacer sentido de algo; interpretaciones que parecen estar, ellas mismas, sujetas a los mismos arreglos de poder que pretenden representar. Es por esta razón que la cartografía como lugar -método, estrategia, técnica, etc.- de construcción de conocimiento es en sí misma un uso contrahegemónico de producción de saberes, en el contexto de una larga tradición epistemológica en la cual es la academia -blanca, masculina, colonial-, y sólo ella, la depositaria de los estatutos verdaderos y legítimos para nombrar el mundo. Esta relación entre el poder y el saber fue extensamente abordada por Foucault (1988; 2010) como el problema acerca de la posibilidad de significación. Esta eventualidad está sujeta a los discursos que en un periodo determinado de tiempo constituyen los marcos de referencia a partir de los cuales se puede o no hacer sentido. Se trata de una serie de reglas y prácticas que regulan lo que se dice. En este sentido, el conocimiento sobre el mundo es un efecto de los arreglos de poder que hay en un momento determinado y, al mismo tiempo, es un activo productor de los significados posibles en ese mismo arreglo de poder. De esta forma, el sujeto no tendría ninguna posibilidad de decir algo original y auténtico, pues tanto el significado de lo que dice, como sus posibilidades de decir algo, están ellas mismas definidas por el discurso que construye las posiciones de sujeto desde las cuales hace sentido. Si se le creyera a Foucault, entonces se tendría que decir que lo que cartografiamos es el poder y sus efectos en la producción de subjetividades en discursos específicos. Así, la posibilidad tanto de la cartografía, como de las subjetividades que participan de su construcción, es dar cuenta en un contexto y momento determinado de los arreglos de poder y saber que están en juego tanto en lo que dicen como en la forma en la que lo dicen. El asunto es que –en lo que respecta a este trabajo– le creemos a Foucault, pero sólo parcialmente. Hay en esta manera foucaultiana de comprender las posibilidades de significación en función de lo determinado de antemano por los arreglos del poder algo que produce gran cantidad de sospechas. El poder, leído desde esta perspectiva, parece clausurar el devenir de la significación. Se trataría de un efecto que cierra las posibilidades del sentido y condena, tanto a los sujetos como a los significados, a existir sólo dentro de los confines del discurso. En oposición a lo anterior, para nosotros-as hay algunas señales venidas de nuestras experiencias pedagógicas e investigativas que constituyen puntos de apertura y que son susceptibles de ser cartografiados. En primer lugar, la idea de que el territorio transita por varias escalas diferentes, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba; por lo tanto, coexisten el macro y el microterritorio (Haesbaert: 2013), de manera tal que

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