Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
BARRAGÁN et al. Cartografía Social, usos y sospechas en el campo de la educación 182 Gráfico 1: Sistemas de representación basado en Hall Fuente: Elaboración propia De esta manera, si la intención original fue la de representar con verdad los objetos del mundo y, por lo tanto, producir conocimiento acerca de estos, la preocupación principal de la modernidad fue la establecer criterios a partir de los cuales ordenar, categorizar, relacionar y clasificar nuestras comprensiones sobre la realidad. De ahí, la enorme teorización ocupada en establecer un sistema conceptual fiable a partir del cual se fuera organizando el conocimiento nuevo, con base en las clasificaciones vigentes y verificables de las cosas del mundo. Desde la duda de Descartes (1999), acerca de los modos en los que se había hecho este ejercicio hasta entonces, pasando por la revisión kantiana de las categorías universales con las que opera el pensamiento (Kant: 2017), podemos examinar los modos a través de los cuales se fue elaborando un sistema conceptual en el que el significado dependía de las relaciones entre el mundo y las categorías de inteligibilidad con las que se hace sentido de él. Sin embargo, ya desde la antigüedad empezaban a aparecer algunas dudas acerca del rol del lenguaje en este juego de la representación 3 . Mientras para algunos, la tarea consistió en producir formas de lenguaje que fueran reproduciendo del modo más transparente posible las categorías que el pensamiento había producido para organizar las cosas del mundo -en esta línea de trabajo se encuentran por ejemplo todos los esfuerzos de la lógica por estandarizar y dominar el lenguaje (Russell: 1966)-, para muchos otros la pregunta por el lenguaje estuvo orientada a establecer los modos en los que se ha ido fijando el significado en las palabras (Saussure: 2005). Paradójicamente, aunque ambos esfuerzos van en direcciones contrarias, estos anticipan los problemas de los juegos del lenguaje en la representación de las cosas del mundo; tales juegos del lenguaje se pueden observar en la manera en la que operan las fichas del ajedrez: Tomemos un caballo [de ajedrez]: ¿es por sí mismo un elemento del juego? Seguramente no, porque con su materialidad pura, fuera de su casilla y de las demás condiciones del juego, no representa nada para el jugador, y no resulta elemento real y concreto más que una vez que esté revestido de su valor y haciendo cuerpo con él. Supongamos que en el transcurso de una partida esta pieza viene a ser destruida o extraviada: ¿se la puede reemplazar por otra equivalente? Ciertamente: no sólo otro caballo, hasta cualquier figura sin semejanza alguna con él será declarada idéntica, con tal de que se le atribuya el mismo valor. Se ve, pues, que, en los sistemas semiológicos, como la lengua, donde los elementos se mantienen recíprocamente en equilibrio según reglas determinadas, la noción de identidad se confunde con la de valor y recíprocamente (Saussure: 2005, p. 134). Así, el lenguaje no podría traer a la presencia (re-presentar) las cosas o las categorías que construimos sobre ellas; él es en sí mismo la posibilidad de la significación. Es decir, el significado no podría estar alojado en la realidad, o en el pensamiento, sino siempre y en todos los casos en el sistema de valores que los signos ocupan en el lenguaje del que participamos social y culturalmente. Para Sapir (1921) estamos de tal forma 3 Por ejemplo, las preocupaciones que expresa Sócrates acerca del lenguaje en el Crátilo. Allí se plantea el debate sobre el significado de las palabras para inspeccionar si estas representan la esencia de las cosas, o si, por el contrario, son producto de la convención y pueden ser fácilmente reemplazadas por otras. Cf. Platón (2019).
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