Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89

Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 164-178 175 (2016) la sinrazón denuncia a la razón, el cuerpo lento denuncia al cuerpo veloz, señalándole otras formas de habitar el tiempo y el espacio. Es pues la lentitud otro rostro histórico de la locura, otro intento de resistencia que cuestiona al poder despótico. En una cultura obsesionada por la ligereza, el número , constituye la forma privilegiada para medir los niveles de movimiento de un cuerpo, ligereza que se impone como una prescripción que pesa en la vida de los sujetos, constituyendo la paradoja del mundo contemporáneo (Lipovetsky: 2016). Así, el reconocimiento social y el éxito, siempre implicará movimiento e intensidad ¿pero qué tipo de movimiento? un movimiento incapaz de fugarse de los flujos preestablecidos por la maquinaria despótica que configura la sociedad de control, aquella donde se impone el imperativo de la ausencia de negatividad (Han: 2017) donde el sujeto se subjetiva en torno a máximas prescriptivas como: you can do it, just do it, you vs you, the sky´s the limit , entre otras. En esta línea, a mayor aceleración de los movimientos, mayor reconocimiento social; mientras los registros de la lentitud significan amenaza, locura y transgresión. ¿cómo acceder entonces a la lentitud cuando su voz es silenciada? ¿cómo abrir un agujero en nuestros días para consagrarnos a la parsimonia? Responder a dichas preguntas nos lleva a retomar planteamientos como el de Fernández (2003), para quien la velocidad y las formas mecánicas, constituyen características de nuestras sociedades contemporáneas, que establecen modos específicos de relacionamiento con las cosas, las actividades, las personas y con el saber mismo; relacionamiento que dificulta la construcción de afectos y sentimientos. A su vez, nos remiten a pensar en la Sociedad del Cansancio de Han (2017), aquella que no admite el aburrimiento ni la atención profunda. Estos planteamientos ayudan a pensar la sociedad contemporánea bajo las formas de la velocidad y la lentitud, entendiendo esta última como una postura política de resistencia. CONCLUSIONES La epistemología kantiana, planteada como una epistemología para el mal, devela la forma en que los hombres hemos intentado conocer el mundo, dicha forma, nos ha llevado a la cosificación, determinación y sometimiento del objeto por la voluntad del sujeto cognoscente, nos ha conducido a desarrollar una racionalidad instrumental y un pensamiento abstracto; dicho tipo de racionalidad se puede pensar como lo indica Honneth (2011) como una de las patologías de la sociedad capitalista, por el hecho de que la razón instrumental ha alcanzado un predominio frente a otras formas de acción y de conocimiento; en ese sentido todas las manifestaciones y fenómenos que puedan parecer como patológicos en la realidad social, se interpretan aquí como un efecto consecuente de una automatización de las actitudes sociales, conectadas con la meta de dominio sobre la naturaleza; por lo tanto, esto incita al refugio en la técnica como instrumento para no pensar, posibilitando la aparición de los nuevos hombres genéricos, la reducción de la realidad a material estadístico y la homogenización de los deseos humanos. Todo lo anterior se hace explícito en el dominio de las ciencias psi. Kant a través de su planteamiento, se preocupó por aquello que el sujeto puede dominar y conocer, sin embargo, algo quedó olvidado, aquello que le domina, entre esto, su maldad. Las ciencias psi en la actualidad, continúan asentándose sobre postulados modernos, sus concepciones e intervenciones son opresivas y cosificadoras de lo humano. Queda por tanto el reto de realizar nuevos abordajes metodológicos y nuevas apuestas de comprensión teórica, lo anterior, transversalizado por una reflexión ético-política, por ejemplo, pasar de una concepción objetiva de la locura al intento de comprenderla como construcción social. Otra opción para oponerse a esta forma de conocimiento mediante la cual, se ejerce tiranía sobre los objetos, es la propuesta por Latour (2008) quien plantea que quizá hay que volver los ojos sobre los objetos, entenderlos como actores que “hacen todo, incluso sus propios marcos, sus propias teorías, sus propios contextos, su propia metafísica, hasta sus propias ontologías” (p. 212)

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