Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
HERNÁNDEZ y VIVARES Epistemología para el mal… 174 de mis propias acciones. En ese sentido, cualquier comportamiento inadecuado, inapropiado o cualquier fracaso público pone en cuestión a mi yo esencial. Todas las insuficiencias de conducta son expresiones potenciales de una carencia interna (p. 46). El paciente diagnosticado con psicosis sufre una evaluación inexorable, el diagnóstico es suyo y de nadie más ¿dónde queda la influencia de las relaciones con su pareja, su familia, su grupo, su contexto social? El paciente es entendido como un otro que habla desde una soledad discursiva, alguien cuyas palabras no contribuyen al lazo social, alguien con una profunda carencia interna. Sampson (1996) expresa: “casi todos los trabajos en psicología, reflejaban este ideal: el individuo autocontenido, aislado, y separado de los demás, era el personaje central del análisis psicológico” (p. 4). Por otro lado, una de las características fundamentales a través de las cuales la psiquiatría ha considerado al sujeto psicopatológico, es la carencia. El yo es entendido como falto de algo. Un ejemplo de dicha carencia interna, se hace evidente en la concepción lacaniana sobre la psicosis: Allí donde el Nombre del Padre falta, este efecto metafórico no se produce, y no puedo hacer aflorar lo que hace designar la x como el significante falo. Esto es lo que se produce en la psicosis –en la medida en que el Nombre del Padre es rechazado, es objeto de una Verwerfung primitiva, no entra en el ciclo de los significantes, y por eso también el deseo del Otro, especialmente el de la madre, no está simbolizado (Lacan: 1999, p. 490). Así pues, el sujeto en la psicosis es considerado como un sujeto de la carencia y de la falta. En consecuencia, a todo lo anterior, la locura es entendida como la expresión de un ser delimitado y pocas veces como la expresión de un ser relacional. G) TÉCNICA Y VELOCIDAD, LA LENTITUD COMO FORMA DE LOCURA La velocidad como ethos , no es algo que se circunscriba a escenarios específicos del mundo contemporáneo, al interior de las ciencias psi, este ritmo se hace evidente. Las psicoterapias breves, el coaching y el arsenal de técnicas construidas por éstas ciencias, le apuestan precisamente a la lucha contra la lentitud. Y es que este ethos se expresa casi de manera global en diferentes áreas de la cultura: el arte, la espiritualidad, la moda, la política, el saber, entre otros (Lipovetsky: 2016). Así, la cotidianidad contemporánea transcurre en medio de bienes de consumo caracterizados por la ligereza: perritos calientes, aviones supersónicos, una Mac sobre el escritorio, abdominales en cinco minutos, cucharas, cuchillos y amores desechables; cuatro horas de sueño, 500 megas de internet, milo light para el desayuno, cerveza light para la fiesta y un Best Seller sobre la mesita de noche. La vida transcurre en medio de este elogio a la ligereza y de estos ritmos vertiginosos que se han filtrado por todos los resquicios de lo humano. Atletismo violento de los días que desprecia a los cuerpos lentos, que los confina en el lazareto de la parsimonia. ¿queda pues un espacio para la lentitud? A lo largo de la historia occidental, se han presentado múltiples versiones y dominios de la locura; cada dominio representa una maquinaria despótica que absorbe, sostiene y realimenta ciertos flujos, al mismo tiempo que excluye y ataca las formas en que se constituyen otros. Así pues, bajo el dominio del cristianismo la locura toma la forma del pecador, en el dominio de la psiquiatría la forma del enfermo mental, en la revolución industrial la del artesano ludita que se opone a la maquinaria; visto de este modo, la historia se muestra como una lucha incesante de flujos, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿cuál es la forma de la locura en este tiempo? Según el presente planteamiento, bajo el dominio del capitalismo actual, la nueva forma de la locura la constituirán los cuerpos lentos, estos, representan una postura política de resistencia. Así como en Foucault
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