Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 164-178 173 Lo anterior pone en tela de juicio los principios modernos de racionalidad, objetividad y verdad, y nos lleva a la pregunta: ¿el mundo social está construido sobre estos principios? Según Gergen (2007), en la posmodernidad aquello que se considera racional, objetivo y verdadero solo puede serlo dentro de una tradición lingüística específica, por tanto, aquellos principios modernos pierden su fundamento ¿dónde está el sujeto que capta objetivamente el mundo? , ¿dónde está el sujeto cuyo lenguaje es un reflejo exacto de la realidad?, ¿dónde está la verdad? Si todo se traduce a cuestiones de retórica y juegos de lenguaje mediante los cuales construimos el mundo social, aquellos principios pierden su valor. Lo que determina si un hombre es racional o irracional no es ningún procedimiento, método o análisis objetivo, no es ninguna racionalidad privada con la capacidad de captar lo verdadero y lo falso en el discurso o en la experiencia de un sujeto. De esto se deduce que lo verdadero, lo objetivo y lo racional, no es algo independiente del lenguaje, ni de la cultura, ni de los sujetos que la crean, sostienen y reproducen (Ibáñez: 2002; Gergen: 2007). Siguiendo este hilo conductor, la psicosis y la locura, surgen como acuerdos de comunidades científicas, fundamentados en un conjunto de suposiciones debidamente interrelacionadas, a partir de las cuales, se estructura una forma de interpretar los fenómenos sociales (Kuhn: 2013). El saber de estas comunidades es legitimado socialmente mediante ejercicios de poder, proceso que se logra mediante la puesta en marcha de prácticas discursivas en contextos históricos y geográficos debidamente situados. Por tanto, psicosis y locura, no son entidades objetivas, reales, ahistóricas y esenciales como las describe la nosología psiquiátrica (Ibáñez: 2002; Gergen: 2007). Esta idea, es respaldada por Foucault (2016) quien analiza las condiciones históricas de producción de la locura, entendiéndola como una elaboración social que ha adquirido distintos significados, y sobre la cual, se han aplicado distintas prácticas discursivas, dependiendo de las formaciones históricas en que se le trate. De manera cercana a Foucault, Rose (1996) propone que para realizar una genealogía de la subjetivación (en este caso del proceso por el cual se produce la subjetividad del loco) debe considerarse que el sujeto tiene una ontología histórica, en este sentido, indagar sobre la locura implica una investigación de las técnicas (intelectuales y prácticas) a partir de las cuales se ha dado su constitución histórica. Es así como el autor, no propone una historia continua del yo, sino que instala a los sujetos en lo que él considera regímenes de personas, reconociendo así, diversidad de versiones del ser persona, por ejemplo: ser loco o ser paciente. Escribir una genealogía de la locura implicaría en este sentido, conocer las normas, instrumentos, técnicas y relaciones de autoridad que han circulado y se han utilizado socialmente en distintas épocas, para intervenir sobre la conducta de aquel que se ha considerado desviado. En síntesis, entender la locura como producto histórico, partiendo del hecho que la interacción es efectiva gracias al lenguaje, lleva a considerar la función de este último, en la construcción de la realidad psicológica, la cual se consolida en el marco del binarismo normalidad/anormalidad, reconociendo así con Austin (2016), la capacidad performativa del lenguaje para transformar y crear realidades. F) LA LOCURA COMO EXPRESIÓN DE UN YO DELIMITADO Según Gergen (2015) la tradición occidental ha construido una experiencia y una concepción delimitada del yo. El yo es entendido como algo cerrado, separado, diferenciado del otro. Esta construcción cultural hace que nos vivenciemos como seres fundamentalmente aislados. Las prácticas cotidianas de la psiquiatría y la psicología refuerzan esta concepción del yo delimitado. Los diagnósticos que se asignan desde la psicopatología, las intervenciones dirigidas desde la clínica individual, son mecanismos que distancian al sujeto del otro, prácticas que lo llevan a experimentarse como un ser naturalmente distinto. Siguiendo a Gergen (2015): Si estoy fundamentalmente solo…. el origen de mis acciones… ¿que hay que decir del fracaso? Es evidente que hay eventos que escapan a mi control, pero en términos generales, mis fracasos son
RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=