Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
HERNÁNDEZ y VIVARES Epistemología para el mal… 170 inactividad sino como una actividad que hace inoperativa la obra de este modelo de producción de lo humano, constituyendo una potencia amenazante, la cual es neutralizada mediante el poder normalizador. En la misma línea argumentativa, Horckheimer & Adorno (2016) refieren que el amo de nuestros tiempos, ya no es aquel que dice: pensad como yo o moriréis , sino quien dice: sois libres de pensar como yo , pero si no lo hacéis, serás un extraño entre nosotros , un loco inadaptado, un excluido de la industria . Para este sujeto genérico , no existe miedo más grande que no estar sujetado, en otras palabras, el sujeto teme enloquecer, y es que enloquecer implica morir, pero morir en este sentido, no es la negación de la vida, morir es estar fuera de este dispositivo de producción de subjetividades. La no sujeción lo llevaría a experimentar una profunda soledad discursiva, para la cual no está preparado; cuanto desearía este sujeto estar por fuera de las relaciones de consumo y producción si pudiera huir de la angustia que le imprime dicha soledad. El sujeto genérico es un sujeto del miedo, un prófugo de sus deseos más nobles, un excluido del goce perverso y del lugar de la psicosis; este sujeto ha encontrado en la razón un dique contra el canto letal de sus pasiones. Como lo expresa Freud (1999) la cultura es la expresión máxima de la racionalidad, prohíbe al hombre embriagarse en el culto dionisiaco, impide la liberación de sus instintos más básicos. La cultura ha maniatado la vida instintiva del hombre; este es el precio que debe pagar para vivir en sociedad. Desligarse de las ataduras es permitirse enloquecer. La singularidad ha sido amenazada tras el ocaso del instinto, el hombre particular ha sido medianamente asesinado y se le ha dado la bienvenida a otra clase de hombres, los nuevos hombres genéricos, los producidos en serie, aquellos cuyas pasiones están fuertemente homogenizadas, aquellos que se miran en el espejo y ven el reflejo de un amo persecutor, que son ellos mismos. El hombre genérico no es aquel esclavo atado con sogas, sino con los lazos de un discurso, el discurso de su amo, pero ¿quién es su amo?, ¿acaso el amo no le ha invadido el cuerpo? ¿acaso la fuerza incisiva del discurso no le ha agujereado la carne? es entonces el hombre genérico persecutor y destructor de sí mismo, amo y esclavo, sádico y masoquista; ¿y si el amo está en él cuerpo, contra quien rebelarse?, ¿cómo hacerlo? A continuación, se realizará un abordaje crítico sobre los postulados desde donde las ciencias Psi han entendido la locura, pretendiendo hacer una lectura ético-política de la forma en que han contribuido a la subjetivación del hombre. D) LA LOCURA COMO DISCURSO PRIVADO ¿Acaso puede un hombre estar por fuera del discurso? Se entiende el discurso como una práctica social que tiene lugar en un contexto de producción específico, el cual establece determinadas relaciones y regulaciones, constituyentes de un ordenamiento que posibilita la circulación de ciertos enunciados y el silenciamiento, detrimento o poca difusión de otros. Esta práctica, implica un uso local del lenguaje a partir de donde se construyen las realidades sociales (Iñiguez: 2011). En la misma línea, Gergen (2007) considera que hablar siempre implica hacerlo desde una tradición, adoptando los códigos específicos de una comunidad lingüística. Con la anterior precisión y siguiendo a Berger y Luckman (1998) se plantea que, en los procesos de socialización, los sujetos terminan sujetándose al discurso de las tradiciones e instituciones donde participan, esto mediante la incorporación del Otro Generalizado en su conciencia social. Sin embargo, distintas tradiciones de la psicología han considerado que dicha sujeción al discurso no siempre se realiza, esta no sujeción, se traduce como un acto fundamental de irracionalidad, un paso hacia la locura. Según Foucault (2016) la sociedad ha creado escenarios específicos para contener la locura, a saber: manicomios, cárceles, hospitales, entre otros. Los discursos de la racionalidad han fundado estas instituciones de encierro para confinar al alienado, en un sentido estricto, quienes habitan estos lugares son quienes gozan de una soledad discursiva, soledad que amenaza y hace posible el gran proyecto de la racionalidad. Siguiendo a Gergen (2007) es a la modernidad a quien le debemos ese poder opresivo de establecer jerarquías de racionalidad ( el loco - el cuerdo, lo normal - lo anormal, lo científico - lo común, etc ).
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