Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
HERNÁNDEZ y VIVARES Epistemología para el mal… 168 Un asesino es conducido al patíbulo. Para el común de la gente él no es más que un asesino. Algunas damas quizás hagan notar que es un hombre fuerte, bello e interesante. El pueblo, sin embargo, considerará terrible esta observación: ¿qué belleza puede tener un asesino? ¿Cómo se puede pensar tan perversamente y llamar bello a un asesino? ¡No sois sin duda mucho mejores! Ésta es la corrupción moral que prevalece en las clases altas, añadirá quizás el sacerdote, quien conoce el fondo de las cosas y los corazones. Un conocedor de los hombres busca el camino que tomó la formación del criminal. Encuentra en su historia una mala educación, malas relaciones familiares entre el padre y la madre, alguna excesiva severidad ante una pequeña falta de este hombre que lo enconó contra el orden social, una primera reacción en contra que lo condujo a marginarse y a no poder mantenerse más que por medio del delito. –Podrá haber sin duda personas que cuando escuchen tales cosas digan: ¡éste quiere exculpar al asesino!” (p. 157) El autor responde a la pregunta inicial de la siguiente manera: “esto significa pensar abstractamente: no ver en el asesino más que esto abstracto, que es un asesino, y mediante esta simple propiedad anular en él todo remanente de la esencia humana” (p. 157). Según lo anterior, pensar abstractamente consiste en una cosificación del pensamiento, en seleccionar una de las tantas cualidades de los fenómenos, personas, grupos u objetos de conocimiento; pretendiendo que dicha cualidad abstraída sea suficiente para la comprensión de estos. Abstraer es simplificar, tratar de entender lo complejo desde lo unifacético, así por ejemplo, en la contemporaneidad se identifican saberes que caen en la psicologízación y la neuropsicologización, como lo expone Vos (2019), lo que implica una apuesta determinista, donde las causas que explican diversas problemáticas, fenómenos y objetos de investigación, son las mismas, digamos: las funciones intrapsíquicas del individuo, la química y la anatomía cerebral. Así mismo, se ve como en algunas ciencias sociales, lo social es utilizado como un comodín para explicarlo todo, aun cuando los científicos no se hayan detenido a explicar que es lo social , como bien lo plantea Latour (2008): “-ninguna explicación social de la ciencia es posible- se abre un nuevo rumbo para la teoría social: lo social nunca explicó nada; lo social tiene en cambio que ser explicado” (p. 142). En este sentido, se ve como las ciencias sociales han recurrido al pensamiento abstracto, utilizando una causa para la explicación de distintos efectos: Se afirma que el elemento social A “causa” la existencia de B, C y D, entonces no solo debería poder generar B, C y D, sino que debe también explicar las diferencias entre B, C y D, salvo si puede mostrar que B, C y D son la misma cosa, en cuyo caso sus diferencias puede considerarse sin importancia (p. 152). ¿Acaso este pensamiento no es el propio de la ciencia? dicho pensamiento abstracto es propio del hombre inculto (Hegel traducido por Macedo y Acosta: 2007), y se relaciona sustantivamente con la técnica. La técnica es precisamente aquello que se inventa el hombre para no pensar (Heidegger: 2007) o para pensar de forma abstracta ¿cómo se manifiesta este pensamiento en las ciencias Psi ? El dominio técnico se hace evidente en el uso de tecnologías mediante las cuales se aprehende la subjetividad humana, convirtiéndose esta en un dato medible, cuantificable, y en este sentido gobernable (Rose: 1991). Dichas tecnologías operan bajo un lenguaje estadístico, que como refiere Castel (2010), Horkheimer & Adorno (2016) producen un borramiento y homogenización de los sujetos, como logra evidenciarse en el uso de manuales nosológicos como el DSM5 y el CIE10, donde los criterios psicodiagnósticos son memorizados por los profesionales y evaluados en los pacientes como si estos fueran un checklist; en el uso de pruebas, test, escalas y demás instrumentos psicométricos construidos para medirlo todo (desde el interés vocacional hasta la salud mental); en la utilización de protocolos y técnicas de intervención que se emplean cual si fuesen plantillas; en el diligenciamiento de formatos institucionales que dicen al profesional que preguntar, haciendo de la relación con el otro un espacio tecnificado donde se silencia la voz, su voluntad y la espontaneidad comunicativa; el suministro irresponsable de psicofármacos que
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