Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
IBARRA PEÑA Visión crítica del Cepalismo y del Jesuitismo… 134 anhelo por la transformación radical es la opción del miserable que necesariamente se encuentra resentido y que para cambiar su situación requiere de algo distinto y nuevo. La apología del sistema capitalista recurre a la defensa a partir del argumento que supone la naturalización, es parte de la estrategia retórica hacernos creer que frente a un sistema dado no hay una forma más sensata de cambio que la de establecer reformas, avalando de este modo una participación social que no se manifieste con el resentimiento a partir de la violencia, así se justifica la participación democrática de un régimen representativo, en donde las decisiones recaen en los elegidos, que sucumben frente a la corrupción que el sistema permite y no sanciona con seriedad. Hay un intento de naturalizar la propiedad y una condena a quien no acepta esta naturalización en cuanto a que se le presenta como un resentido. El argumento opera de este modo: las necesidades se satisfacen con recursos y la manera de conseguir los recursos dependen del esfuerzo, quien se esfuerza obtiene los recursos para su satisfacción; pero es evidente que dicha fórmula no funciona en un régimen de trabajo capitalista o neoliberal como queda demostrado a lo largo de la historia. Entonces ¿cómo es posible que algunos sin esfuerzo tengan satisfechas sus necesidades?, o ¿que aquellos que más trabajan no tengan satisfechas las suyas? Violencia y propiedad creo que se encuentran en distintos planos, la violencia se justifica en razones éticas, en cambio la propiedad se justifica en razones económicas. La política debe deliberar entre si sus formulaciones se amparan en lo ético o en lo económico. Bajo el régimen capitalista la cuestión es indiscutible, ya que lo que impera es el fundamento económico. Un tema central en lo político está precisamente en decidir si es el fundamento económico el que debe predominar, o si por decisión histórica apostamos a un régimen de justicia eludiendo la naturalización que ha impuesto su respuesta a favor del capital vía el régimen de trabajo vigente. Así lo va explicitando Rivano en su crítica a Vekemans: “Usted nunca habla de trabajo explotado, usted pinta a los herodianos como si fueran borrachos enfiestados y nada dice de los medios de producción que están en sus manos; usted psicologiza y fenomenologiza con la cola de la miseria; usted ve la miseria como una definición más del mundo capitalista y no entra en el aparato verdadero de sus condiciones” (Rivano: 1965, p.129). Para terminar esta referencia a la crítica a Vekemans y al “punto de vista jesuita”, en cuanto estrategia de moderación política que interviene en el proceso de radicalización que se manifestaba a partir de la tendencia a la izquierdización en América Latina pos Revolución Cubana, quiero aludir a uno de los tópicos de moda entre los estudios poscoloniales procedentes de los postulados del argentino Walter Mignolo y del colombiano Santiago Castro-Gómez, entre otros. Se puede aceptar que entre los poscoloniales se instaló una concepción bipartita entre la modernización- colonización, que sostiene la idea de que la modernización trajo consigo el proceso de colonización, sospechando de que no hubiera sido posible sin este polo trágico. El costo de la modernización desde una perspectiva eurocéntrica resulta necesario y se le entiende como parte del devenir histórico provocado por el proceso de integración de América a la historia universal encabezada por occidente. La misión de occidente se transformó en la integración de los nuevos mundos a un sistema global, dicho “llamado del espíritu” se encuentra presente en varios de los intelectuales que vinieron a América. El jesuita belga no estaría excluido de esta misión “salvífica” desde la cual asume la convicción de que América Latina necesita de ayuda para su desarrollo político que no tendría otro horizonte que la integración a la cultura dominante. Para esto Rivano rescata parte del texto de Vekemans, en el cual advierto el prejuicio de la concepción universalista a favor de la colonización destructiva de formas culturales alternativas: “Europa, nos dice, y quizás principalmente recibió un inmenso don histórico, que ningún otro sector humano ha recibido en la misma medida: el proceso verdaderamente revolucionario, para su propia conciencia y para todo el planeta, de la gran era de los Descubrimientos y la Colonización” (Rivano: 1965, p.131). A partir de esta cita afirmo que la posición del filósofo chileno es profundamente crítica a la colonia y asume una actitud crítica de denuncia frente a los discursos que favorecen ideológicamente esta opresión.
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