Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 125-136 131 en Argentina, Javeriana en Colombia, y del empeño en alcanzar influencia por la Universidad Alberto Hurtado en Chile, por nombrar algunas. Gramsci nos alertaba sobre los jesuítas: (…) el jesuitismo es un progreso en comparación con la idolatría, pero es un obstáculo para el desarrollo de la civilización moderna representada por las grandes ciudades costeras: sirve como medio de gobierno para mantener en el poder a las pequeñas oligarquías tradicionales, que por ello no luchan sino blanda y flojamente (Aricó: 2005, p.122). La crítica a los jesuitas viene a ser un apoyo para la consideración de una filosofía de la liberación que aparece desligada de la teología, en sentido práctico se considera un proceso de transformación social que incluso no considera la función social de la iglesia cristiana en nuestro continente. Esta separación entre la filosofía de la liberación y la teología de la liberación, viene a determinar un quiebre y no una unificación de ambos proyectos, distinto al modo en que terminó realizándose en la filosofía de la liberación argentina en donde ambas disciplinas intelectuales permanecieron unidas o por lo menos sin mucho conflicto. Una filosofía ligada a la teología sufre desmedro, en el pensamiento contemporáneo Cornelius Castoriadis ha dejado clara su apreciación al respecto, abogando por una liberación de la filosofía con respecto a la teología, en palabras del filósofo griego: “…pensar no es la ocupación de los rabinos, los curas, etc., sino de los ciudadanos que quieren discutir en un espacio público” . Esta cuestión tiene mucho más sentido para una filosofía que es capaz de formularse en sintonía con posiciones historicistas. Una filosofía de la liberación que asume valoración por la teoría marxista debe plantearse con radicalidad la diferenciación con el quehacer teológico incluso aunque se presente como liberador. Comparto la idea de que la filosofía gana más atendiendo a las ciencias sociales que a la teología. Esta separación de aguas resulta extraña al interior de un desarrollo filosófico tutelado siempre por el tomismo, corriente que persiste al interior de varios departamentos de filosofía por toda América Latina. Dicha persistencia del tomismo no es más que una muestra de la influencia vigente en lo cultural y político por la jerarquía de la iglesia. Volviendo a Rivano quisiera presentar la crítica que realiza a lo que llama como “el punto de vista jesuita” que viene a ser algo distinto a lo que nos quiere presentar como “el punto de vista de la miseria”. Se presentan dos interpretaciones que se contraponen y, que por lo tanto, hay que asumirlas con el componente de rivalidad que tienen entre sí. Entiendo que “el punto de vista jesuita” viene a ser uno de los intentos más sistemáticos de la iglesia católica por oponerse al crecimiento del marxismo en América Latina. En este intento político fue fundamental el trabajo desarrollado por el sacerdote belga Roger Vekemans con fuerte presencia en la Pontificia Universidad Católica de Chile en donde creó la escuela de sociología (cuna del influyente MAPU) y en el reconocido centro de investigación social llamado Centro Bellarmino por donde pasaron Norbert Lechner, Franz Hinkelammert y Armand Mattelart; también destacados intelectuales chilenos como Tomás Moulian y Jacques Choncol fueron cercanos al jesuita. Refiriéndose a este proyecto internacional de la política jesuita, Guillermo Barón investigador del INCIHUSA de Mendoza, en una reseña que dedica al libro de Fernanda Beigel titulado Misión Santiago. El mundo académico jesuita y los inicios de la cooperación internacional católica (2011), señala: La Compañía de Jesús, siempre a la vanguardia de las nuevas políticas eclesiásticas, encararía el reto activamente, destinando sus mejores recursos humanos e intelectuales a imaginar una nueva sociedad y una “revolución en libertad” dentro de los márgenes de la Doctrina Social de la Iglesia. Es así como luego de la muerte de Hurtado, enviaría al belga Roger Vekemans S.J. para continuar su legado e iniciar un experimento de avanzada en que se conjugaría el compromiso católico con excelencia académica y los más novedosos desarrollos en ciencias sociales (Barón: 2014). La influencia de Vekemans no sólo se limitaba al espacio académico también realizaba un trabajo ideológico en el espacio público a partir de la revista Mensaje , órgano oficial de difusión del pensamiento
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