Utopía y Praxis Latinoamericana - Vol. 25 - Núm. 89
Utopía y Praxis Latinoamericana; ISSN 1316-5216; ISSN-e 2477-9555 Año 25, n° 89 (abril-junio), 2020, pp. 108-124 113 según el propósito de la autoconservación, entonces se concluye que el comportamiento racional del ser humano es racional en la medida en que sirve a este principio” 15 . Sin embargo, a dicho pensador parece interesarle demostrar cómo pese a esta idea de autoconservación, la sociedad está organizada de forma irracional, pues ella incumple la promesa de compensación que supondría la renuncia a estos impulsos. Será a partir de estas consideraciones que echará entonces mano de la categoría de fetichismo. Adorno aplica tal noción al imperativo categórico kantiano, pues de lo que se trataría en aquél es del renunciamiento absoluto a todo tipo de inclinaciones, pero la paradoja de ello es que así se produce que el formalismo y rigorismo que connotan el Impertaivo categórico resulte imposible de cumplir si consideramos a los hombres de carne y hueso. Adorno extrema la cuestión para mostrar que la pureza del imperativo moral excluye cualquier remota gratificación, incluso de la acción moralmente buena. De esta forma, y acuñando el sentido clásico de ideología como dispositivo de ocultamiento, Adorno aduce que de lo que se trata es de ocultar este falso balance que se da entre la negación de los impulsos y el dominio de la naturaleza, pues de lo contrario, cuando desvelamos tal relación, desvelamos también el aspecto irracional de lo racional, tal como ya sugerimos anteriormente. Sin embargo, no se trataría de mostrar lo irracional como la otredad diferente de la razón, sino de mostrar, con el sentido más fuerte del término, como la razón ilustrada genera sus propios monstruos 16 . La conclusión no se hace esperar, y en tal sentido, Adorno afirma lo siguiente en una luminosa cita: Se podría decir –y este me parece que es el punto más decisivo de la crítica de la filosofía moral kantiana– que está presente aquí un caso modelo de fetichismo, que la teoría del imperativo categórico fetichiza el renunciamiento, es decir, que el imperativo se hace independiente de su compensación (…) y que es elevado así a algo existente en sí mismo, a un bien en sí. Así es como la aturdida e ingenua conciencia, llamada de forma particularmente engañosa como conciencia moral, hace creer a los seres humanos que renunciar a algo es bueno por sí mismo, sin que se nos diga claramente en qué debería consistir lo bueno del renunciamiento” 17 Por otro lado, Adorno concluye su lección mostrando el reverso complementario que se da entre una filosofía que se hace eco del principio adjudicado el jesuitismo del fin justifica los medios , en un extremo, y su intento de elevar la máxima subjetiva a ley universal, hecho que siempre llevaría al antagonismo entre el individuo y lo colectivo. Por ende, concluye: una razón puramente objetiva, separada de los intereses de los sujetos, de su autoconservación, tal y como ocurre en la filosofía moral kantiana, entonces esto sería también problemático, ya que, si los seres humanos no fuesen considerados en la instauración de un mundo ético, hablando en términos de Hegel, todo se convertiría nuevamente en pura y simple heteronomía (Adorno: 1987, p. 270). La propia referencia de la cita a Hegel nos brinda entonces la posibilidad de explicitar algunas de las críticas más relevantes que tal pensador efectuó al imperativo categórico. 15 Adorno (Op. Cit ., p. 257). 16 Justamente este patrón de reducir todo lo real a la fenoménico, de comenzar a pensar la naturaleza solo en términos cuantitativos, productivos, hace, para decirlos en términos freudianos, que retorne con fuerza demoledora aquello reprimido. Lectura que la primera mitad del siglo XIX, específicamente el Romanticismo, tuvo en claro en su diatriba contra la Ilustración. 17 Adorno ( Op. Cit., p. 261).
RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=