Pensamiento Crítico

27 subyacente, compartido por todo este equipo intelectual (Fernando Martínez Heredia, Aurelio Alonso Tejada, Jesús Díaz, Gómez Barranco, Hugo Azcuy, Carlos Tablada Pérez, José Bell Lara y Mireya Crespo, entre otros, a los que habría que agregar los autores de los prólogos a los clásicos de la filosofía y la sociología como Germán Sánchez, y el resto del plantel docente del Departamento de Filosofía, como Juan Valdés Paz y Marta Pérez-Rolo, entre otros). Ese núcleo central podría sintetizarse del siguiente modo: la historicidad y la política revolucionaria constituyen siempre la piedra de toque de la dialéctica, del marxismo y de toda utilización de la teoría revolucionaria que pretenda ser eficaz en la lucha por la hegemonía socialista . El núcleo de fuego del marxismo y de la dialéctica no se encuentra ni en la naturaleza ni en las propiedades físico-químicas de la materia cosmológica. Tampoco en las “leyes objetivas” de la economía. Sino en la historia y, dentro de ella, en la voluntad consciente de los revolucionarios dirigida a una práctica transformadora y liberadora. Por la coherencia alcanzada en sus posiciones historiográficas, sociológicas, políticas, filosóficas, ideológicas y pedagógicas, la producción teórica de todos estos jóvenes constituyó de algún modo una escuela y una corriente de pensamiento cubano y de sus ciencias sociales inserta en los más rico, original y radical del marxismo latinoamericano . La crítica a la izquierda tradicional La quinta problemática que encontramos presente al analizar la revista gira en torno a la crítica de la izquierda tradicional . Nos referimos principalmente a la de factura soviética, pero no sólo a ella. También abarcaba de manera elíptica a aquellas posiciones internas en el seno de la revolución cubana más vinculadas a la tradición del antiguo Partido Socialista Popular (PSP), o más cercanas a las posiciones culturales predominantes en la Unión Soviética. A esta corriente, Pensamiento Crítico la cuestionaba: (a) Por su posición política a nivel latinoamericano e internacional reacia a la lucha armada —antiimperialista y anticapitalista— en aras de “la paz mundial” y “la coexistencia pacífica” con el capitalismo. (b) Por la ineficacia teórica de sus instrumentales metodológicos, filosóficos e historiográficos (el materialismo histórico y dialéctico soviéticos [conocidos respectivamente por las siglas HISMAT y DIAMAT] y la cultura política que los acompañaba desde los años ’30 en adelante) que servían para legitimar una convivencia con el imperialismo. Esta debilidad teórica impedía fundamentar una política de cambios radicales y permanentes en contra del capitalismo y dentro mismo de los países que habían iniciado su transición al socialismo. Si toda teoría social y toda filosofía son esencialmente políticas, si la batalla cultural no constituye simplemente un adorno “superestructural” para ganar “compañeros de ruta”, y si el socialismo no consiste únicamente —como pensaba el Che Guevara— en una mera socialización económica, entonces se torna comprensible el final con que se cierra la editorial del N° 17, cuando los editores de Pensamiento

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