Pensamiento Crítico

25 ideológica que escaso parentesco poseía con Marx, con Lenin y con muchos de sus seguidores más radicales. Tanto esta formulación programática que ponía el énfasis en las categorías de historicidad, praxis y totalidad 34 , como el grueso de las hipótesis que durante aquellos años Fernando Martínez Heredia desarrolló en sus varios artículos, editoriales y notas introductorias a las diversas ediciones de Lecturas del Departamento de Filosofía seguramente ya se encontraban en uno de sus primeros y más importantes ensayos titulado sugestivamente “El ejercicio de pensar” 35 . Allí Martínez Heredia ponía explícitamente en discusión el tipo de instrumental teórico predominante en la izquierda tradicional de raigambre europeísta, y la cultura política que lo acompañaba: “La versión deformada y teologizante del marxismo que contenía gran parte de la literatura a nuestro alcance, resultó ineficaz para contribuir a formar revolucionarios capaces de analizar y resolver nuestras situaciones concretas; al contrario, amenazó agudizar la pereza y «manquedad» mental típica del individuo colonizado, en una etapa en que el atraso económico y las dificultades de todo orden exigen el desarrollo rápido del espíritu creador. En realidad esto ha sido, parcialmente, una forma de pervivencia del «marxismo» subdesarrollado, que une la pretensión de ortodoxia a un abstractismo totalmente ajeno a Marx y a Lenin”. Íntegramente dedicado a éste último revolucionario estuvo centrado el N° 38 de Pensamiento Crítico , precedido por un extenso trabajo de Jesús Díaz: “El marxismo de Lenin” (fragmento de un libro que finalmente nunca se publicó). Allí Jesús Díaz sostenía que “el último conjunto de sus obras tiene una importancia decididamente excepcional para la comprensión de su pensamiento, y en ello, de los problemas de la revolución en el mundo contemporáneo”. Jesús Díaz partía del análisis de la NEP (Nueva Política Económica, conjunto de medidas prácticas de un período de la revolución rusa —que se inicia en 1921— donde Lenin cede terreno al mercado debido a una correlación de fuerzas coyunturalmente desfavorable). Este ensayista cubano la caracteriza como “un repliegue”. Caracterización que se extendía a la autogestión financiera de las empresas soviéticas. De este modo Díaz se oponía a quienes en Cuba propiciaban el socialismo mercantil —en la polémica con el Che de 1963/64— y visualizaban a la NEP soviética como una opción estratégica y no como un repliegue táctico. El último Lenin era tan importante para Jesús Díaz porque en esta parte de su obra se encontraban los ataques más demoledores a la burocracia, las críticas más ácidas a Stalin y, al mismo tiempo, el análisis más profundo del mundo colonial y las naciones de lo que años más tarde se conocería como el Tercer Mundo 36 . Todo este tipo de lecturas sobre Lenin, sobre la historia del marxismo, sobre el “izquierdismo teórico” (Lukács y Korsch), y sobre el “marxismo subdesarrollado”, se asentaban en una impugnación global que, pacientemente meditada, este equipo intelectual realizaba del marxismo materialista y determinista, canonizado en la URSS tras la muerte de Lenin y a partir de los años ’30 —es decir, desde el predominio de Stalin— como “ortodoxo”. El mismo tipo de conclusión crítica de Fernando Martínez Heredia, de Jesús Díaz y de Gómez Barranco había aparecido en un artículo de la revista de Hugo Azcuy. Se titulaba “¿Por qué La nueva económica ? (N° 22). Allí, reseñando y analizando la primera traducción al español del célebre libro de Eugenio Preobrazhensky [máximo representante, entre los economistas bolcheviques, de la

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