Pensamiento Crítico
21 que, como los seis que señalamos, jamás dejaron en la revista de estar estrechamente vinculados entre sí, aquí sólo los desagregamos a los efectos del análisis), en ese mismo número sexto se sostenía que “Como otros grandes revolucionarios del siglo — los bolcheviques de Lenin— los revolucionarios dirigidos por Fidel Castro tuvieron que luchar contra una poderosa reacción, pero también contra una supuesta «ortodoxia revolucionaria» que marcaba las formas de lucha, de organización revolucionaria, de transformaciones para alcanzar el socialismo, etc.”. En esa disputa con los partidos comunistas tradicionales no sólo estaba en juego la discusión sobre el carácter de las revoluciones pendientes. También se jugaba el análisis del carácter de la propia revolución cubana. Desde el etapismo clásico de la izquierda tradicional (que concebía el decurso histórico como si fuera —al decir de Hobsbawm— una escalera de la cual no se podía avanzar sino escalón tras escalón, sin saltarse jamás ninguno), la revolución cubana era interpretada como si allí se hubiesen producido dos revoluciones: una democrático burguesa, en 1959, y otra socialista, cuando Fidel Castro declara abiertamente el carácter socialista de la revolución. Sin embargo la revista realiza una evaluación bien distinta, cuando en ese mismo número sexto sostiene que “Por primera vez en la historia del continente una nación logró liberarse de la explotación y el dominio del mayor enemigo de nuestro tiempo, el imperialismo norteamericano. Pero esto fue posible porque, en un proceso único, la sociedad cubana se transformó radicalmente, y continúa transformándose sin cesar” [...] el proceso comenzado en el Moncada continúa profundizándose, que es la única forma de vida posible a las revoluciones”. Y si el carácter de la propia revolución cubana estaba en discusión (¿dos revoluciones —una demoburguesa y otra socialista— o una sola revolución entendida como un proceso único, permanente e ininterrumpido?), también lo estaba el modo de relatar la historia previa de esa revolución. Quizás por ello el N°31 de Pensamiento Crítico (que se abría con dos textos, uno de Fidel Castro y el otro del Che Guevara) haya estado íntegramente dedicado al asalto al cuartel Moncada y a la historia del Movimiento 26 de julio —con cuya historia, como con la de Guiteras, se identificaba la revista, siempre que reproducía documentos cubanos históricos previos a 1959—. En ningún momento de este N°31 aparecían referencias a la historia previa del Partido Socialista Popular (PSP), a excepción de un par de preguntas dirigidas por un periodista al comandante Faustino Pérez (Faustino Pérez: “La Sierra, el Llano: eslabones de un mismo combate” [agosto de 1967]), cuyo diálogo taquigrafiado con periodistas en La Habana se reproducía en dicho número. Esas preguntas aludían, precisamente, a la oposición del viejo PSP a la lucha armada en tiempos del asalto al Moncada. La revolución cultural y sus instrumentos teóricos Sin temor a equivocarnos, podríamos afirmar que en su conjunto el emprendimiento de Pensamiento Crítico giró alrededor de la cuarta problemática. La apuesta fuerte de la revista apuntaba a defender la legitimidad de un cambio cultural
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