Un siglo de intervención de EEUU en Bolivia

44 cibidos como competidores desleales de los Estados Unidos (China y la Unión Europea entre otros); una política fiscal que comprime los ingresos de los trabajadores y reduce impuestos a los más ricos, acompañada de un descomunal crecimiento del gasto militar con proyecciones presupuestarias aún mayores para los próximos años. En ese empeño, el gobierno estadounidense actual mantiene en lo fundamental las acciones dirigidas a garantizar su control sobre materias primas, recursos naturales, fuentes energéticas, regiones y países de importancia estratégica para el despliegue de su pro- yección geopolítica y geoeconómica mundial. Esta proyección ha debido reacomodarse al contexto global, cambiante y cambiado, en el que potencias como China y Rusia están obligando a los Esta- dos Unidos, de forma creciente, a medir con más cuidado los pasos prácticos de su política externa. La política norteamericana responde hoy, como ayer, a la lógica del imperialismo, si bien no del mismo modo en que lo hacía du- rante los siglos XIX y XX. Pero persiste su apetencia por nuevos mercados, territorios y espacios de influencia. Para ello redefine sus percepciones de amenazas, sus instrumentos de dominación, sus re- laciones de colaboración con aquellos que identifica como aliados, y de confrontación con los que califica de adversarios. Hacia éstos aplica fórmulas de guerra no convencional, una dominación del es- pectro completo, que combina el empleo de la fuerza militar y el instrumental mediático. Asigna un importante rol a la cultura en sus planes hegemónicos, con el fin de subvertir con el mayor consenso social posible a sus enemigos, o para apuntalar a los aliados. Una evaluación integral del discurso oficial y de la ejecutoria de la actual Administración con respecto a Nuestra América con- duce a una conclusión esencial: la política hegemónica imperial sigue anclada sobre los mismos soportes ideológicos, sobre el mis- mo pragmatismo y sobre el mismo desprecio a nuestros pueblos que inspiró su diseño injerencista y sus proyecciones de control y dominación en el siglo XIX. Se ajusta, claro está, al cambiante y cambiado escenario global y a la nueva dinámica latinoamerica- na y caribeña. La región posee una importancia de primer orden

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