Un siglo de intervención de EEUU en Bolivia

148 raban de propiedades de los Estados Unidos y no podían explo- tarlas, se abría la posibilidad de que recurrieran a potencias no americanas para que les ayudaran a ello. En 1938 se pensaba que tales potencias podían ser Alemania, Italia y el Japón. Había una doble amenaza: a la prosperidad económica de los Estados Uni- dos y a su seguridad” (Connell-Smith, 1977: 202). Esta doble amenaza, que trascendía los intereses de las empre- sas petroleras, pero que a su vez no significó que estas dejaran de presionar a su gobierno, fue la que terminó de empujar a Roo- sevelt a buscar -“forzar”, podría decirse- una pronta solución. El resultado fue que, nuevamente, el gobierno estadounidense se vio envuelto en la defensa de intereses privados, tal como lo había hecho en las dos décadas precedentes. Inicialmente, EEUU adoptó una línea dura contra el gobier- no mexicano, que si bien no contemplaba la idea de recurrir a la fuerza militar o el fomento de una revuelta para deponer al Pre- sidente mexicano Lázaro Cárdenas 41 -por los efectos contrarios que estas acciones podrían generar- el Departamento de Estado junto a las empresas petroleras recurrieron a otras viejas prácticas imperialistas de intervención como la presión/representación di- plomática, el arbitraje internacional, la coerción económica y la propaganda difamatoria. En este contexto, como parte de la presión diplomática ejerci- da surgió la “fórmula Hull” (Hull rule). Diseñada por el Secreta- rio de Estado, Cordell Hull, esta planteaba que por efecto de la expropiación la “compensación tenía que ser prompt (es decir, sin retrasos injustificados), adequate (proporcional al bien nacionaliza- do) y effective (en moneda convertible, o sea, en dólares) (Tamburi- ni, 2002). Con esta fórmula, según Meyer (1966: 118-119), Hull 41 De acuerdo a Meyer (1966: 123), el temor de Washington ante la posibili- dad de que grupos fascistas pudieran aprovechar el derrocamiento del presidente Cárdenas para llegar al poder fue tal que Franklin D. Roosevelt “tuvo que adver- tir a las empresas petroleras afectadas que no dieran apoyo a ningún movimiento subversivo, toda vez que dadas las circunstancias, México podría convertirse en otra España y traer el fascismo a las puertas mismas de Estados Unidos”.

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=