El Vuelo del Fénix

75 Miguel Ángel Contreras Natera horizonte de emancipación de la humanidad en su conjunto. Univer- salidad que se contraponía en su radicalidad ética a la situación de humillación, sojuzgamiento y esclavitud que la particularidad burgue- sa asocial condenaba y condena al proletariado como formando parte de los sin-parte. El ser en común es un ser genérico. La universalidad emancipatoria apuntaba a liberarnos de la ensoñación quimérica para convertirla en un horizonte concreto de transformación. El debate sobre el sentido de la crisis y la crisis de sentido supo- ne un ejercicio orientado reflexivamente con el objeto de enfrentar los desafíos globales que interpelan al pensamiento crítico habida cuenta de la simultaneidad de la crisis del Estado de bienestar, los socialismos reales y el repliegue de los movimientos de emancipación del Sur a finales del siglo pasado. El programa político-económico que se impuso se inspiraba en un consenso internacional que tenía como propósito la renovación de los contenidos de la socialdemocra- cia de mercado. Las coincidencias programáticas de Bill Clinton (Es- tados Unidos) y Tony Blair (Inglaterra) representando la tercera vía desplazaban políticamente el consenso alrededor del neoliberalismo convirtiéndose en las figuras de cambio de Ronald Reagan (Estados Unidos) y Margaret Thatcher (Inglaterra) en el mundo globalizado. Para Anthony Giddens, un autor fundamental en el reflotamiento de la socialdemocracia de mercado en el sistema histórico capitalista, la posibilidad de construir un nuevo consenso del bienestar era una de las tareas acuciantes en el debate político-espiritual. Para él, “nosotros tenemos que impulsar ese cambio para producir solidaridad social y prosperidad. La tarea es imponente, porque, como indican estas afir- maciones, las ideologías políticas existentes han perdido repercusión” (Giddens, 1999:11). El debilitamiento de los mecanismos de solidaridad social a es- cala global, la precarización del mundo laboral y la destrucción de los plexos de vida en países ocupados por las guerras coloniales apuntan a fortalecer la excluyente sociedad de los tres cuartos. La sociedad moderna ha sido subsumida en el capital. Recuperar el espacio de lo común privatizado por las formas de expropiación del capital supone que la instancia de lo común se convierte en un nuevo valor de uso. Y el estar juntos, el estar en común, se convierte en un espacio de radical confrontación a la civilización del capital. La totalidad capitalista no es, como parecía a muchos, el punto de lle- gada o el final de la historia en el que todos los antagonismos pueden ser absorbidos, sino el límite en el que las resistencias proliferan por toda la esfera de la producción y en todos los ámbitos de la vida social (Hardt y Negri,2011:130).

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