El Vuelo del Fénix
45 Pablo González Casanova cada vez deben ser más fuertes y capaces de asegurar la victoria en sus proyectos defensivos y emancipadores. En ellos su saber y su co- nocimiento crítico y científico vinculado a una moral de lucha, y a una organización que tiende a crecer en su conocimiento y su fuerza revelan y revelarán ser un arma extraordinaria. En las actuales condiciones El Capital les sirve para recordar que las luchas de los pueblos y los trabajadores tienen un carácter histó- rico en que han cambiado del pasado para acá hasta las categorías concretas de los propios pueblos y trabajadores en lucha, por lo que también tienen que ver lo que queda hoy de la cultura colectiva de la resistencia, así como cuáles son las nuevas formas de lucha que deben aprender si no lo han hecho. La larga historia de la desacralización de las ciencias Galileo –en sus últimas palabras– inició la desacralización de las cien- cias naturales cuando entre las llamas de la leyenda lanzó aquel famo- so grito que se le atribuye eppur si muove , “y sin embargo se mueve”. Con Galileo y sus des-cubrimientos, el dios de Torquemada (y no el de Cristo y los carpinteros y pescadores que expulsaron a los comer- ciantes del templo y buscaron expulsar a los romanos de Palestina) empezó a desaparecer. Galileo dio inicio a un proceso de las ciencias físicas que culmi- naría con los descubrimientos de Isaac Newton, y al que sucederían varios descubrimientos más vinculados a las matemáticas, a la obser- vación y a la experimentación macro y microfísica. Otro tanto ocurri- ría con la biología y con sus descubrimientos desde Darwin y Spencer que, con sus sucesores en las ciencias biológicas, contradecían los orí- genes divinos del hombre y sostenían los cambios meramente biológi- cos de las especies, incluida la especie humana. La desaparición del dios de Torquemada presentó dificultades mayores en las ciencias humanas. Tan resistentes fueron inquisidores y filósofos “tomistas” a la recuperación del Cristo rebelde y a su inser- ción profana en los nuevos movimientos revolucionarios, que muchos de los insumisos se volvieron ateos, y no fue sino hasta el siglo XX, con la iglesia social y la teología de la liberación, encabezadas entre otros por el padre Camilo Torres ayer, y hoy por Leonardo Boff y Frei Betto, con aquél que murió luchando al lado de los guerrilleros, y éstos que sostuvieron y sostienen a los movimientos revolucionarios, mientras por otra parte surgen líderes que afirman a la vez ser revolucionarios, creyentes y marxistas, como el comandante Hugo Chávez, quien em- pezó a reconocer y hacer suyo el valor del marxismo al tiempo que ratificaba su fe en el cristianismo, identificándose como católico, con
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