El Vuelo del Fénix
EL VUELO DEL FÉNIX 42 defensivas y ofensivas de los trabajadores y los pueblos cuyo propósito y problema principal sea fortalecerse para defender sus intereses in- mediatos y para crear “otro mundo posible” y necesario. En esos em- peños, pueblos y trabajadores hacen uso del conocimiento científico y crítico que proviene de la academia y del que viene de la fábrica y de los pueblos oprimidos y despojados. Queden estas observaciones aquí, a reserva de considerar las defi- niciones que destacan el carácter histórico y dialéctico que caracteriza al “marxismo”, apelativo éste que el propio Marx rechazó una y otra vez, y que sólo con la insistencia y el tiempo, cada vez más se empleó, al grado de que hoy aparece en los sitios, enciclopedias, diccionarios e historias que se refieren al pensamiento de Marx y sus sucesores. Aquí lo usamos relativamente poco por su brevedad, y ponemos un mayor énfasis en el carácter profundamente científico de la ciencia crítica, la más rigurosa para la lectura del mundo actual y de las ciencias hoy dominantes, muchos de cuyos conocimientos, ya sometidos a la crítica, son plenamente válidos y necesarios para la explicación de la materia y de la vida, y para el conocimiento actualizado de sistemas inteligentes destinados a alcanzar objetivos, frente a una “sociedad del conocimiento” que es también sociedad del desconocimiento, y no sólo de los horrores que vive la inmensa mayoría de la humanidad, sino de los que amenazan, con el actual sistema de dominación y acu- mulación, la propia vida de “los ricos y los poderos”, y la de sus hijos, así como la de las plantas y animales. La sacralización de El Capital y del marxismo Es indudable que la influencia que El Capital ha alcanzado a un nivel mundial, se explica de un lado por la profundidad y rigor de los análisis científicos y críticos del sistema capitalista, y de otro porque es el primer gran esfuerzo para pensar y actuar, en términos de una ciencia crítica que supere dos problemas: no se queda en las utopías sobre una sociedad justa y libre, ni en los caminos ilusorios para alcanzarla. Pero si la grandeza de las contribuciones de Marx queda fuera de toda duda, no por ello ha impedido que se le sacralice y lea su obra magna a la manera de un texto sagrado, es decir, como “fuente de la verdad”, hecho muy grave no sólo porque coloca el gran texto en el terreno de las creencias, y de las interpretaciones válidas o inválidas a cargo de sus nuevos popes, sino porque la contribución de Marx a las ciencias del hombre y a la emancipación humana da fin a un largo proceso de desacralización de todas las ciencias –las de la materia, las de la vida y las de la humanidad– y acaba con sus interpretaciones religiosas, explícitas e implícitas.
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