El Vuelo del Fénix
409 Carlos Fernández Liria principio y lo exprimes como si fuera una naranja en un exprimidor, el jugo que te sale es precisamente lo que debería ser el derecho. Eso es tanto como decir que nadie tiene derecho a obligarme a ser feliz de una manera que yo no quiera, esa es la idea de libertad. Esa es la ra- zón por lo que el derecho no puede ser sino la gramática de la libertad. Nadie tiene derecho a obligarme a nada a lo que yo no haya dado mi consentimiento. Eso es tanto como decir: todo lo que sea compatible con eso, será considerado ley para la ilustración. Tiene por un lado la igualdad, por otro lado la libertad como el presupuesto de aquello que debe ser la ley. Pero el asunto es que esto son palabras nada más que palabras, si no hay independencia civil, si no hay condición material que ga- rantice el derecho a la existencia, todo eso no son más que palabras escritas en papel. Y es por eso por lo que el derecho se convierte, pre- cisamente, en una superestructura puramente formal de la sociedad capitalista. Porque como el capitalismo arranca siempre la pata de la ciudadanía a la que hemos llamado independencia civil, hace que toda la palabrería de la igualdad y toda la palabrería de la libertad sean sencillamente un papel mojado. RL: En la ilustración es común que se fundamente la libertad y la inde- pendencia civil en la propiedad, y específicamente la propiedad privada. ¿Cómo leen uds el tema de la propiedad con respecto a las relaciones de poder dentro del capitalismo y su transformación? CFL: El problema que hay en tiempos de Robespierre es que la inde- pendencia civil no se concibe de otra manera que bajo la idea de pro- piedad. Es decir, los únicos que no dependen de otros para existir son los propietarios, y si no eres propietario siempre dependes de otro. Cierto que esto en tiempos de Robespierre era así, y por eso luchar por la independencia civil, para él, era luchar por el reparto de la propie- dad. Esa es la misma idea que tiene por ejemplo la ilustración católica de derechas como el ejemplo que te puse antes de Chesterton. Ches- terton fundó un partido en Inglaterra que pretendía ganar las eleccio- nes –no las ganó claro– que era el Partido Distributista, con esto de repartir la tierra. Es decir, repartir la tierra de manera que cualquier británico pudiera tener un pedazo de tierra con el que subsistir. Es la idea de que la única manera de tener independencia civil es ser pro- pietario; propietario de tierras, propietario de medios de subsistencia suficientes para no depender de otro. La verdad es que no es esta la única solución. Por ejemplo, in- dependientemente de que sea razonable, o conveniente, podríamos convertir a todo el mundo en funcionarios; podríamos imaginar una
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