El Vuelo del Fénix

379 Marta Harnecker 91. Consideramos que para que pueda darse un debate fructífero sobre este tema se debería partir por aceptar dos hechos: el primero, que el ser humano siempre ha tenido que extraer y que tendrá que seguir haciéndolo. El problema no es extraer o no extraer, sino cómo extraer para mantener un necesario equilibrio en lo que Marx deno- minó el “metabolismo entre el hombre y la naturaleza”. Los primeros habitantes del planeta extraían frutos de los árboles, peces de los ma- res, etcétera, pero en esos tiempos y en siglos posteriores se extraía de la naturaleza pero, por lo general, de alguna manera, lo que se extraía regresaba a ella, manteniéndose un sano metabolismo. El afán de lu- cro inherente al modo de producción capitalista lo lleva, en cambio, a explotar al máximo a la naturaleza sin importarle los efectos que sobre ella tenga su actividad extractiva, destruyendo así el sano me- tabolismo que antes existía. Cada vez se extrae más y se empiezan a agotar los bienes naturales, con todas las consecuencias que ello tiene para el cambio climático. 92. El segundo hecho a tener en cuenta para poder iniciar un debate fructífero es que dueños de las riquezas naturales que están en nuestro territorio: minerales, petróleo, gas, fuentes acuíferas, reservas forestales, no son los habitantes de esos lugares. La existencia de pe- tróleo en Venezuela y Ecuador, de gas en Bolivia, de cobre en Chile, es un don caído del cielo. Esas riquezas no fueron creadas ni por los pue- blos originarios, ni por los trabajadores del petróleo o del cobre; esas son riquezas que pertenecen a la sociedad entera. Y si es así, debería ser entonces la sociedad entera la que debería pronunciarse acerca de si se extrae o no. Por supuesto que también hay que consultar a quie- nes viven en la zona, pero, al mismo tiempo, ellos deben entender que ahí se juegan intereses que trascienden sus fronteras. 93. Si logramos un acuerdo sobre los dos puntos anteriores, de lo que se trataría, entonces, es de debatir acerca de propuestas con- cretas de cómo usar en el presente nuestros recursos naturales para ir avanzando poco a poco hacia un modelo económico de desarrollo ecológicamente sustentable. 94. No se trata, entonces, de decir no al desarrollo, sino de “conce- bir y concretar modelos de desarrollo auténticamente humanos” que satisfagan “de forma equitativa las necesidades de sus habitantes sin poner en peligro la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras (Tello, s/a), una sociedad en la que quien decida qué y cómo producir sea el pueblo organizado. 95. En este sentido deberían avanzar nuestros gobiernos y se han dado algunos pasos significativos en muchos casos aunque todavía quedan en gran medida en los enunciados, pero que, por lo menos, demuestran que hay una intención de avanzar en ese sentido.

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