El Vuelo del Fénix
353 Franz Hinkelammert amor, con el cual obviamente ama Dios a los seres humanos, que ha creado, porque querría que existieran y que él ama, sin desearlos (Arendt, 2002: 366-367). Este volo ut sis (yo quiero que seas) se puede también traducir: Quiero que tú seas tú . Entonces está bien claro, que cualquier dios que no acepta eso, es un dios falso. Eso ya en Duns Scotus va en esta direc- ción, aparece posteriormente de nuevo en Las Casas y es seguido por Feuerbach y Marx. Duns Scotus hace presente un dios, que está muy cerca al dios Yahveh, que es muy diferente del dios de Tomás de Aquino, quien fue desarrollado a partir de la metafísica de Aristóteles y que continuó su correspondiente construcción de dios en Augustinus. El dios de Duns Scotus se encuentra mucho más cerca al dios Jahveh que a este dios metafísico, aunque mantenga diferencias también del Jahveh clásico. Este dios de Tomás domina toda la Edad Media y sigue inclusi- ve hoy dominando sobre todo en el cristianismo conservador actual. Este dios es algo así como un déspota legítimo, que administra un infierno eterno. Hoy esta imagen de dios ha colapsado en gran parte. Lo que Hannah Arendt siente, es que hoy la imagen de Dios, que tam- bién Duns Scotus tiene, concentra la atención. Es la imagen de Dios, que también domina en los primeros siglos del cristianismo y que está más bien presente en Jesús y San Pablo. Pero es a la vez todavía pre- sente en la apokatastasis (la conciliación de todo) de Orígenes en el III. siglo. Según esta conciliación de todo, se van a reintegrar al fin todas las criaturas, inclusive hasta el diablo, por dios en el sentido de una “integración de todos” en el circuito de la creación. Esta imagen de Dios ha sido considerada sospechosa de herejía desde el comienzo de la Edad Media, aunque nunca desapareció. La imagen de Dios de Duns Scotus contiene algo, que nuestra ideología política apenas tolera. Es la llamada al ser humano, a ser como Dios. No solamente Dios expresa este volo ut sis , sino que, como Dios, cada uno debe expresarlo frente a cada uno. Este “como dios” se transforma de esta manera en una declaración de la dignidad hu- mana. También esto no es un simple invento de Duns Scotus, sino se inscribe en una larga tradición anterior. El nombre Miguel, del ángel central del apocalipsis significa, tra- ducido en nuestro idioma: ¿Quién como Dios? La respuesta es simple, es: todos somos como Dios (por ejemplo en Juan, 10, 34–36). Todos son como dios, quiere decir, también los esclavos, las mujeres, y todas las naciones. Sin embargo, en el apocalipsis aparece la bestia (Ap 13). Después de haber aparecido el ángel Miguel, aparece en el texto la bestia, que es la presencia del anticristo. El texto dice, que los parti-
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