El Vuelo del Fénix
EL VUELO DEL FÉNIX 336 y que amenaza ahora al mundo entero: es decir la destrucción total por estos simplificadores terribles , que amenazan con tomar los go- biernos del mundo entero. Pero tomar en serio el mundo no significa poder realizar un mun- do transparente. Por eso en las últimas décadas surgió en América Latina la imaginación de otro mundo, que no contiene ninguna utopía de transparencia completa. Se trata de: “crear un mundo en el cual todos caben, inclusive la naturaleza”. Esta imaginación viene precisa- mente de las culturas pre-colombinas que quedan, sea en el espacio cultural mexicano como en el espacio cultural de los Andes y en otros. Imaginaciones muy parecidas habían surgido en África y espe- cialmente en la cultura Ubuntu y de la tradición bantú. Lo expresan como: yo soy si tú eres. Por supuesto, estas llamadas están también presentes en las grandes culturas posteriores de la humanidad, pero más bien como restos. Están así en la tradición judío-cristiana, en la cultura budista, en la cultura del Islam y en la cultura taoísta y por supuesto en muchas otras. En esta imaginación de otro mundo no se maximiza ni se optimiza tampoco. No hay tampoco imaginaciones de un crecimiento económico infinito y la voluntad absoluta de maxi- mización. Se trata entonces de la pregunta de si se puede vivir con lo que se produce incluyendo en esta vida la vida de todos. Pero nada se maximiza sin consideraciones de las consecuencias. Pero ni eso debe transformarse en un ideal total al cual uno se acerca por algún movi- miento asintótico infinito. Esto es una declaración general de paz frente a la declaración de guerra de parte de la lucha de competencia neoliberal. Paz con todos los seres humanos y con la naturaleza también. Tiene que sustituir nuestra declaración universal de guerra, que dice: paz, para que se pueda desa- rrollar ilimitadamente nuestra guerra mortal de la competencia. Esta guerra en los mercados hoy ya se está transformando en el comienzo de una tercera guerra mundial que –inclusive según el criterio del actual Papa– hoy se realiza a gotas y que en cualquier momento puede desem- bocar en una nueva “solución final”. Enfrentar todas estas tendencias catastróficas no excluye de por si la competencia. Pero la debe limitar de una manera tal, que nadie arriesgue como su resultado su propia vida. Ni la competencia, pero tampoco la maximización u optimiza- ción deben transformarse en una guerra mortal, como lo vivimos hoy. Esta guerra mortal de la competencia es hoy el punto de partida de la gran mayoría de las guerras y de lo que llamamos terrorismo. Es la política del autollamado mundo libre, que hoy es el responsable de la mayoría de las guerras y de los diversos terrorismos. A la vez estos países de este mundo libre ganan con eso mucho dinero. Para ellos es un buen negocio, por lo menos para sus clases dominantes.
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