El Vuelo del Fénix
EL VUELO DEL FÉNIX 332 de su propia crítica de Feuerbach, a quien por otro lado lo estima mu- cho. La diferencia que Marx introduce en su crítica a Feuerbach la ex- presa ya muy temprano en su prólogo para su tesis doctoral en 1841, cuando insiste en dos puntos de partida diferentes para la crítica de la religión, es decir la crítica de los dioses celestes por un lado y de los dioses terrestres por el otro. Feuerbach parte más bien solo de la crítica de los dioses celestes y al comienzo Marx le sigue en eso. Pero posteriormente Marx se dedica cada vez más a la crítica de los dioses terrestres, sobre todo del mercado, del dinero y del capital. Esta tema- tización lo lleva a sus Tesis sobre Feuerbach del año 1845. Feuerbach en cambio no le da a este aspecto de la crítica de la religión casi nin- guna importancia. Esto le lleva a Marx a concentrarse en este tipo de crítica de la religión para posteriormente llamar a este tipo de crítica como la crítica al fetichismo de los dioses terrestres. Marx entonces ya menciona muy poco la crítica de los dioses celestes. Lo hace por una razón que hoy ha perdido su validez. Se trata de la idea de que la victo- ria del socialismo será a la vez una victoria sobre la propia producción de mercancías, que ahora desaparecería con el resultado de que como consecuencia de eso los dioses terrestres mencionados necesariamen- te se disuelven. Si esto ocurre, según lo que espera Marx, la propia religión de los dioses celestes se puede disolver también. Por eso, para Marx no se trata de abolir la religión. La religión morirá. Efectivamente, el socialismo soviético intentó al comienzo abolir las relaciones mercantiles, pero muy pronto tuvo que renunciar a esta meta como realización inmediata. Primero se postergó esta abolición hacia el futuro, pero después resultaba bastante obvio que tampoco ningún socialismo del futuro iba a poder abolir estas relaciones mer- cantiles. Pero de ello se sigue, que tampoco ningún socialismo puede abolir en el futuro el fetichismo mercantil y que solamente puede dar- le otras formas. Por tanto, tiene que continuar la crítica del fetichismo del mercado, porque con cualquier tipo de producción de mercancías seguirá apareciendo la problemática de la crítica del fetichismo, es decir, de la crítica de los dioses terrestres falsos. Por lo tanto, tampoco puede terminar la crítica de la religión, aunque todos los seres huma- nos se hicieran ateos. El ateísmo es un problema de los dioses celestes. En cambio, los dioses terrestres no se pueden abolir por el simple hecho de dejar de creer en ellos. Son fetiches que surgen de la propia acción en el interior de la producción de mercancías. Nos engañan, pero no se puede engañarlos. Sin embargo, se los puede entender a condición de aprender el idioma de estos fetiches. Con eso cambia también la relación del ateísmo con los dioses celestes. Resulta, que cualquier exigencia del ateísmo solamente tiene sentido en relación a los dioses celestes. Frente a los dioses terrestres
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