El Vuelo del Fénix

327 Renán Vega Cantor quebrado en unos cuatro mil millones de años” (palabras del biólo- go Federic Vester citado en Reichmann, 2006:196). Finalmente, el principio de ecoeficiencia porque hoy cuando se proclama que estamos en una pretendida “sociedad del conocimien- to”, una “era de la información” o una época “posmaterial”, lo que se ha impuesto es el derroche generalizado de materiales y energía, y el capitalismo es la forma más ineficiente de sociedad que alguna vez se ha podido construir, en contra del sentido común de los econo- mistas de que es una sociedad eficiente. Su ineficiencia es tan palpa- ble que la producción a vasta escala sólo ha sido posible por el gasto en pocas décadas de la energía fósil que había permanecido durante millones de años en las entrañas de la tierra. En contravía, se hace necesario volver a plantear la cuestión que las actividades humanas tienen que ser sostenibles y eso sólo es posible con acciones de ecoe- ficiencia, que gasten la cantidad indispensable de materia y energía, que conduzcan a la satisfacción de las necesidades básicas de la gen- te y rompan con la lógica del consumo ostentoso y derrochador. Por ello, un proyecto revolucionario de nuestro tiempo debe plantearse una estrategia que apunte a transformar los hábitos de producción y de consumo, propios del capitalismo, con su idea de devorar lo que existe y en esta labor se necesita volver a recuperar los saberes ances- trales de los pueblos indígenas de nuestra América, como requisito para proponernos un “buen vivir”, un precepto que guía las luchas de los indígenas en Bolivia, Ecuador y otros países. En efecto, los autos devoran las ciudades, los transeúntes, y los pozos de petróleo; las ciudades devoran el campo, los humedales, los ríos y los campe- sinos; las fábricas y oficinas devoran a los trabajadores, a las mujeres y a los niños; las vacas, sembradas para producir hamburguesas y aumentar el número de obesos en el planeta, devoran la selva y pro- ducen metano, y esas vacas son devoradas por el irracional consumo de carne de una porción de la población, mientras que la mayoría de los habitantes del planeta no tiene un pan que llevarse a la boca, y por eso se les destina la televisión para que la devoren y consuman su tiempo, pleno de miseria y carencias de toda índole. Eso no nos debe extrañar porque, al fin y al cabo, la ideología de la globalización es la del hambre, esto es, el “derecho a comer ilimitadamente”. La ecoficiencia como principio va contra el capitalismo que es como un canibalismo generalizado, “una sociedad de langostas”, “una socie- dad-plaga a la que parece admirable representarse el mundo –con todos sus fungibles y maravillas- no como una plaza sino como un plato ” (Alba Rico, 2007:37 y 39). En síntesis conclusiva, un nuevo proyecto civilizatorio deberá re- basar el productivismo de Prometeo y el consumismo de Narciso, y

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=