El Vuelo del Fénix

EL VUELO DEL FÉNIX 320 vivientes, que deambulamos por el centro comercial y los supermerca- dos, vampirizados por el capital en su afán de chupar hasta la última gota de sangre, expresada en dinero, que se abalanza sobre el consu- midor como el vampiro Drácula lo hace sobre sus indefensas víctimas. Sólo de esta forma, es posible transformar la “sangre capitalizada” (y el término es de Marx) de hombres, mujeres y niños que se encuentra inmersa en la mercancía, aunque no se vea por ninguna parte, en la ganancia del capitalista. Si se duda de esta afirmación, no más obsér- vese cualquier teléfono celular, a ver si vemos la sangre de los millo- nes de congoleses que han muerto en los últimos años extrayendo el coltan, una materia prima sin las cuales esos fetichizados aparatejos no funcionarían 2 . El carácter destructivo de la forma-mercancía Si la forma-mercancía, universalizada en nuestro tiempo, que se basa en el principio de la lógica capitalista de una producción ili- mitada, para obtener cada vez más ganancias e incrementar la acu- mulación de capital, se produjera en un planeta que tuviera bienes inagotables (materiales y energía) no enfrentaría ningún límite na- tural. Pero eso mundo no existe, salvo en la mente enceguecida por el afán de lucro del capitalismo. En ese sentido, algunas indicacio- nes de Marx son pertinentes para entender lo que sucede hoy con la destrucción ambiental y de los seres humanos, sobre todo con los pobres y trabajadores. Ya Marx había anunciado que “la produc- ción capitalista […] no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador” (Marx, 1988:613 vol 2). Si eso fue anunciado hace 150 años, que no decir hoy cuando esa destrucción ha llegado a extremos antes impensados. Y ese carácter destructivo se encuentra en la bomba de tiempo que es la producción mercantil, algo que se deduce de la lógica individual, apartemente ra- cional, de cada capitalista que en su relación con el mundo natural se basa en el supuesto “Después de mí, el diluvio”. Esa misma lógica depredadora fue expresada en varias ocasiones por Marx, tanto en El Capital como en otras de sus obras, con la figura del vampiro. En efec- to, el capital efectúa una relación vampiresa con la naturaleza, algo así como una especie de muerto viviente que sólo se mantiene porque chupa la sangre del mundo. 2 Véase: Sangre en los teléfonos móviles ; Nosotras morimos para que ustedes pue- dan tener sus smartphones ; y ¿Cuánta muerte y sangre infantil tienen nuestros celulares?

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