El Vuelo del Fénix

319 Renán Vega Cantor ser controlados por las mercancías, las cuales se han hecho indepen- dientes tanto de sus productores en los procesos de producción como de quienes las consumimos. Desde este punto de vista, el culto feti- chista de las mercancías es una manifestación más alienante que el culto que ciertas sociedades le profesaban a sus tótems y dioses, pues- to que se ha generalizado a las diferentes actividades de la vida coti- diana como resultado de la universalización del mercado capitalista. De esta forma, nuestras necesidades, sueños y deseos se expresan en el consumo de mercancías, las cuales han pasado a ser adoradas como fetiches poderosos. La mercancía ha embrujado a toda la vida social porque “todo lo que la sociedad hace o puede hacer se ha proyectado en las mercancías” (Jappe, s/a). Por eso, el fetichismo de la mercan- cía es el secreto fundamental de la sociedad capitalista y uno de los lugares emblemáticos donde se le rinde culto es el centro comercial, como lo indicó críticamente el escritor José Saramago en su obra La Caverna, nombre alegórico del mercado capitalista. Muchas décadas antes, el pensador alemán Walter Benjamín al estudiar las exposiciones universales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, como anticipos de los centros comerciales había anunciado que “las exposiciones universales glorifican el valor de cambio de las mercancías. Crean un marco donde su valor de uso pasa a segundo plano. Abren una fantasmagoría donde el hombre ingresa para dis- traerse. Y la industria del entretenimiento le alivia este pasaje al ele- varlo a la altura de la mercancía” (Benjamín, 2012:52). Recordemos que fantasmagoría significa representaciones fan- tasmales. En el caso de la mercancía lo había dicho el mismo W. Benjamin: La mercancía se ha vuelto una abstracción. Una vez que huyó de las manos del productor vaciándose de especificidad real, ha cesado de ser producto y de quedar bajo el dominio de los hombres. Ha alcanzado una “objetualidad fantasmal” y lleva una vida propia […]. Se inscribe, desligada de la voluntad de los hombres, en un orden jerárquico mis- terioso, desarrolla o inhibe su capacidad de intercambio, actúa según sus leyes propias, como un actor sobre un escenario espectral. En los informes de la Bolsa, el algodón “sube”, el cobre se “precipita”, el maíz “revive”, el lignito se “estanca”, el trigo “atrae”, y el petróleo “tiende al alza o a la baja”. Las cosas se han entendido a sí mismas, adoptan- do ademanes humanos. La mercancía se ha transformado en un ídolo que, aun producto de la mano del hombre, manda sobre los hombres (Benjamín, 2007:201). En últimas, los seres humanos convertidos en consumidores compul- sivos de mercancías hemos sido transformados en zombis, muertos

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