El Vuelo del Fénix
317 Renán Vega Cantor Todos los órganos de los sentidos son uniformemente agredidos por la elevación artificial de la temperatura, la atmosfera cargada de desper- dicios de la materia prima, el ruido ensordecedor, etc., para no hablar del peligro moral que se corre entre la apiñada maquinaria, la cual produce sus partes industriales de batalla con la misma regularidad que se suceden las estaciones (Marx, 1988:519-520 vol 2). Esto trasladado al mundo de hoy quiere decir, entre algunos ejemplos, feminicidio laboral en las maquilas de México y América Central; muerte de miles trabajadores en las fábricas de confecciones de Ban- gladesh y otros “nuevos países industrializados”; suicidios en Telecom France y en las fábricas de electrodomésticos de China; millones de accidentes que dejan a miles de trabajadores lisiados de por vida, por no tener elementales instrumentos de seguridad laboral, y un intermi- nable etcétera. Nada de este dolor se ve, ni se aprecia en las mercan- cías que se exhiben en los escaparates del bazar planetario. El fetichismo de la mercancía La mercancía es un producto que tiene como finalidad venderse en el mercado, sin que cuente la utilidad del producto (valor de uso) sino el hecho que se venda (valor de cambio) por dinero y este luego se convierta en otra mercancía. Para acceder al valor de uso que tiene cualquier mercancía, es necesario comprarla con dinero, puesto que el trueque directo entre mercancías ha desaparecido. Las mercancías que se ofrecen en el mercado son producto del trabajo, pero cuando nos enfrentamos a cualquier mercancía en ella no encontramos de manera evidente ni pizca de actividad humana, dando la impresión de que son un resultado casi mágico de fuerzas impersonales que nos controlan a todos. La mercancía se convierte en un sujeto autónomo, aparentemente dotado de vida propia, que se realiza en el mercado, de tal forma que “los procesos vitales de los hombres quedan abando- nados a la gestión totalitaria e inapelable de un mecanismo ciego que ellos alimentan pero no controlan” (Jappe, s/a). En el mundo mercantil capitalista, el valor de uso se convierte en un mero portador del valor de cambio, lo que lo diferencia de todas las otras formas de sociedad en donde primaba el valor de uso, es decir, la satisfacción de las necesidades humanas. El valor de cambio no puede, sin embargo, prescindir del valor de uso, lo cual se consti- tuye en la contradicción suprema de la mercancía, lo que implica que el capitalismo tiene un límite contra el que se estrella su tendencia a incrementar el valor de cambio y el dinero de manera indefinida. La mercancía es una forma específica e histórica de la acción hu- mana, una forma social que no siempre ha existido (aun hoy sobrevi-
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