El Vuelo del Fénix
EL VUELO DEL FÉNIX 316 En términos prácticos, esto quiere decir dos cosas: primero, la producción de cualquier tipo de mercancías, de las cuales está literal- mente inundado el planeta, sólo es posible por la explotación inten- sificada de los trabajadores en los cinco continentes; y segundo, las extraordinarias ganancias que obtienen unos cuantos supermillona- rios en el mundo, que hacen de la época actual la época más injusta y desigual en la historia de la humanidad, sólo pueden explicarse por esa explotación. China, el taller del mundo de nuestro tiempo, produce mercan- cías a granel, con las que está repleto el globo terráqueo, y eso es resul- tado de la explotación de millones de hombres y mujeres, que han sido convertidos en el nuevo proletariado industrial, que se arremolina en fábricas de la muerte. Las ganancias de esa producción, y de la venta de mercancías allí producidas, beneficia en forma directa a las gran- des multinacionales y a sus dueños capitalistas. Ya Marx había dicho que: de ningún modo corresponde al curso del desarrollo social que porque un individuo haya satisfecho su necesidad, cree ahora su excedente; sino porque se obliga a un individuo o clase de individuos a trabajar más allá de lo preciso para la satisfacción de su necesidad, porque se pone el plustrabajo de un lado, se ponen el no-trabajo y la plusriqueza del otro lado (Marx, 1971a:352-353 tomo 1). Esto es lo que permite que una parte de la sociedad, minoritaria, se aleje del trabajo material duro y agobiante, mientras que otra parte, mayoritaria, se vea obligada a trabajar para otros en las peores con- diciones, en muchos casos propias del esclavismo, como acontece en Bangladesh y en otras países. Cuando se habla de una explotación intensificada del trabajo, se está constatando que la vida laboral de la clase que vive del trabajo es más difícil, precaria y produce sufrimiento, si tenemos en cuenta que la mercancía que más se ha abaratado y envilecido es la fuerza de tra- bajo. Eso puede constatarse en cualquier lugar del mundo: en China, en la frontera norte de México, en las zonas de maquila, en las fábricas de la muerte, en las “oficinas inteligentes”, en los call-centers, en Si- licon Valley y donde se nos ocurra imaginar. Al respecto, Marx había indicado que “la baratura del sudor y la sangre humanas, transforma- dos en mercancías, […] expandió constantemente y expande día a día el mercado donde se colocan los productos” (Marx, 1988:574 vol 2). También Marx había señalado las consecuencias sobre la vida de los trabajadores del aumento de la producción y de la extracción de plusvalía en el siglo XIX, una descripción que es de una impresionan- te actualidad:
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