El Vuelo del Fénix
315 Renán Vega Cantor sólo una parte de su vida útil o también que aunque un coche todavía funcione normalmente sea cambiado, por imperativos de la moda, cada uno o dos años y terminen en los “cementerios de autos”. La mercancía, el trabajo y las ganancias Decir que en el capitalismo la forma mercancía se generaliza resulta una afirmación incompleta, si a ella no se agrega que se está hablando de una producción capitalista de mercancías, cuya finalidad es obte- ner ganancias y que la fuente de las mismas sólo puede ser la explota- ción de fuerza de trabajo, también convertida en una mercancía. De manera explícita, Marx sostiene en el llamado capítulo VI inédito de El Capital , tres premisas indisociables: 1. la producción capitalista por primera vez convierte a la mercancía en forma general de todos los productos. 2. La producción de mercancías lleva necesariamente a la produc- ción capitalista, tan pronto como el obrero ha cesado de ser parte de las condiciones de producción (esclavitud, servidumbre) o la comuna primitiva (India) ha dejado de ser la base. Desde el momento en que la fuerza misma de trabajo se ha convertido de manera general en mercancía. 3. la producción capitalista suprime la base de la producción mer- cantil, la producción dispersa e independiente y el intercambio de los poseedores de mercancías o el intercambio de equivalentes. El intercambio entre el capital y la fuerza de trabajo se vuelve formal (Marx, 1971b:112-113). Más enfáticamente, y en forma resumida, Marx asegura: “Como la plusvalía es el producto específico del proceso de producción, su pro- ducto no sólo es mercancía, sino capital […] es un proceso en el que no sólo se produce mercancía, sino plusvalía y en consecuencia capi- tal” (Marx, 1971b:50-53) . Sin embargo, cuando las mercancías se encuentran en los escapa- rates en que se ofrecen y se venden da la impresión que no poseen ni un solo átomo de trabajo, es como si hubieran sido producidas de la nada y sin haber empleado a ningún trabajador. Este es el verdadero carácter fantasmagórico de la mercancía, cuya mera presencia oculta el trabajo que las ha producido; los objetos mercantiles son como velos que ocul- tan los procesos productivos e invitan al consumidor a identificarlas con sueños y fantasías subjetivas. Como lo dijo Theodor Adorno: “ En el objeto de consumo debe hacerse olvidar la huella de su producción. Debe tener una apariencia como si no hubiera sido hecho en absoluto, no vaya a ser que delate que el que lo intercambia no es el que lo ha hecho, sino que se apropia el trabajo contenido en él ” (citado en Zamora, s/a).
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