El Vuelo del Fénix

EL VUELO DEL FÉNIX 314 que a medida que mejora la eficiencia de una mercancía, o disminuye su costo, aumenta su consumo, como lo demuestra hoy la adicción a aparatos microelectrónicos, empezando por el celular, que hace que una persona, aunque sólo tenga dos oídos, y pueda solamente escu- char por uno sólo de ellos, use dos o tres celulares, con lo que además se produce una gran cantidad de chatarra electrónica, además que se despilfarra energía a granel y supone la explotación de niños y el asesinato de millones de pobres. Como lo dice el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal en su poema El Celular: Hablas en tu celular, y hablas y hablas. Sin saber cómo se hizo y menos cómo funciona, pero qué importa eso. Lo grave es que no sabes, como yo tampoco sabía, que muchos mueren en Congo, miles y miles, por ese celular mueren en Congo. En sus montañas hay coltán, además de oro y diamantes. Usado para los condensadores de los teléfonos celulares. Por el control de los minerales, corporaciones multinacionales hacen esa guerra inacabable. Cinco millones de muertos, en 15 años y no quieren que se sepa. País de inmensa riqueza, con población pobrísima. Ochenta por ciento de las reservas mundiales de coltán, están en Congo. Yace el coltán desde hace 3.000 millones de años. Nokia, Motorola, Compaq, Zenith, compran el coltán. También el Pen- tágono, también la corporación del New York Time y no quieren que se sepa. No quieren que se pare la guerra, para seguir agarrando el coltán. Ni- ños de siete a 10 años extraen el coltán, porque sus pequeños cuerpos caben en los pequeños huecos, por 25 centavos al día. Y mueren montones de niños por el pan del coltán, martillando la pie- dra que les cae encima. También el New York Times , que no quiere que se sepa. Así es que no se sabe, ese crimen organizado, de las multinacionales. La Biblia identifica: justicia y verdad y el amor y la verdad, la impor- tancia, pues, de la verdad, que los hará libres. También de la verdad del coltán. Coltán dentro de tu celular, en el que hablas y hablas. En ese mismo sentido, podría hablarse de lo que István Mészáros de- nomina como la tasa de utilización decreciente en el capitalismo, lo que quiere decir que se impone un aumento de la producción de mer- cancías y un menor uso de las mismas y en menos tiempo del que se podrían emplear, o sea, que son desechadas en forma prematura (Mészáros, 2001:635-636). Un ejemplo al respecto es el del automóvil privado, que por lo general sólo lleva un pasajero, su conductor, cuan- do está hecho para cuatro o cinco personas, y a veces suele utilizarse

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