El Vuelo del Fénix

EL VUELO DEL FÉNIX 310 poráneos de Marx podían pensar que su punto de partida, el análisis de la mercancía, no era muy convincente y resultada dudoso que la mercancía se hubiera generalizado. Hoy, un siglo y medio después, las palabras de Marx son de una impresionante actualidad, casi una trivialidad, puesto que la forma mercancía reina a lo largo y ancho del planeta. En efecto, la expan- sión mundial del capitalismo lleva aparejada la universalización de las mercancías, lo cual debe ser entendido en un doble sentido. De un lado, en el ámbito geográfico, el dominio del capitalismo en los cinco continentes supone, de manera automática, la generalización del rei- no mercantil. Y de otro lado, la forma mercancía ha colonizado todas las esferas de la sociedad, la vida y la naturaleza, incluso en niveles que se suponían impensables hace unas cuantas décadas, como suce- de con los óvulos y los espermatozoides. Por primera vez en la histo- ria humana todo ha sido convertido en mercancías, desde elementos microscópicos (como los genes) hasta gigantescas estructuras (como los satélites artificiales). El mundo ha sido transformado en un in- menso bazar planetario donde se compran y se venden las cosas más inverosímiles: órganos del cuerpo humano, genes, bebes, futbolistas, modelos y vedettes de la farándula, junto con los sentimientos más abstractos y sublimes (empezando por el amor). Cualquier necesidad de los seres humanos se ha vuelto una vulgar mercancía que se cotiza en el “libre mercado”, como acontece con los alimentos, la salud, la educación, la recreación y la cultura. La mercancía y las necesidades En principio, puede pensarse, como lo hacen los capitalistas y sus ideólogos, que producir mercancías es indispensable para satisfacer necesidades humanas y, en consecuencia, está más que justificada su producción puesto que la misma beneficia a los seres humanos y ello haría no sólo inevitable la producción de mercancías sino que conver- tiría en benefactores a los capitalistas. Este supuesto debe discutirse, y Marx lo hace, a partir no sólo de la diferenciación entre valor de uso y valor de cambio, el doble carácter de la mercancía, en el que predomina el segundo aspecto, sino considerando las necesidades humanas. Al respecto, puede dife- renciarse entre necesidades básicas, vitales, y necesidades superfluas o instrumentales. Las primeras hacen referencia a la satisfacción de los requerimientos biológicos y animales que tenemos los seres hu- manos (tales como comer, vestirnos, tener un techo que nos cobije, mantener relaciones sexuales y reproductivas), como a algunas nece- sidades históricas y culturales, que se van construyendo en el proceso de evolución social. En ese sentido, Marx indica que se puede hablar

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