El Vuelo del Fénix

EL VUELO DEL FÉNIX 302 carnaciones de propiedades y cualidades sociales mediante las cuales se relacionan entre ellas mismas, con autonomía e independencia res- pecto de los seres humanos que son sus productores reales, los cuales parecieran relacionarse cósicamente entre ellos, como si mantuvieran relaciones puramente materiales; apariencia que se crea, porque los productores se relacionan a través de cosas y no directamente; sus relaciones aparecen mediadas por las cosas, por las mercancías lo cual hace parecer que hay relaciones sociales entre cosas y relaciones materiales, objetuales entre las personas; todo lo cual determina una insensible tendencia a la cosificación universal de las relaciones socia- les y, por tanto, de la conciencia social e individual. Es lo que Marx denomina el fetichismo de la mercancía o “el fetichismo bajo el que se presenta los productos del trabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de este modo de producción” (Marx, 1977:38, tomo I). […] Tan pronto como los hombres trabajan los uno para los otros, de cualquier modo que lo hagan, su trabajo cobra una forma social. De dónde procede, entonces, el carácter misterioso que presenta el producto del trabajo tan pronto como reviste la forma de mercancía? Procede, evidentemente, de esta misma forma. En las mercancías, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material de una objetivación igual de valor de los productos del trabajo, el grado en que se gaste la fuerza humana de trabajo, medido por el tiempo de su duración, reviste la forma de magnitud de valor de los productos del trabajo, y, finalmente, las relaciones entre unos y otros productores, relaciones en que se traduce la función social de sus trabajos, cobra la forma de una relación social entre los propios productos del traba- jo. El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de sus trabajos, un don natural social de estos ob- jetos y como si, por tanto, la relación que media entre los produc- tores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos al margen de sus productores. Este Quid pro quo es lo que convierte a los productos del trabajo en mercancías, en objetos físicamente metafísicos o en objetos sociales (Marx, 1977:37, tomo I). La objetivación de la actividad humana en sus productos y creaciones es, inmediatamente, un proceso de cosificación, de alienación, donde objetivación y enajenación vuelven a identificarse como ocurría en la visión hegeliana de la actividad del Espíritu en la fenomenología . Los tres tomos de El Capital muestran, recurrentemente, el fetichismo de la praxis humana que le es inherente en la sociedad capitalista. En el

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