El Vuelo del Fénix
279 Roger Landa lantes de su funcionamiento; de suerte que, a lo interno de la fábrica, “la división esencial es la que existe entre los obreros que están ocu- pados efectivamente en las máquinas-herramientas […] y los simples peones” (Marx, 2012:512). Con la división tecnológica del trabajo “el carácter cooperativo del proceso de trabajo, pues, se convierte ahora en una necesidad técnica dictada por la naturaleza misma del medio de trabajo” (Marx, 2012:470). La forma de cooperación que estable- cen los productores está, por consiguiente, determinada a priori por el medio de trabajo mismo en cuanto modo material de existencia del capital; la misma existencia de los trabajadores, como portadores de la fuerza viva de trabajo, sólo tiene sentido si se incorporan a la organización impuesta. La parcialización así impuesta a las y los tra- bajadores implica que, no sólo su herramienta y objeto de trabajo no les pertenece, sino que el mismo producto de su trabajo, ahora par- cial, solo encuentra sentido en su relación mediada por el capital en la producción de mercancías para la compra-venta dentro del mercado. A nivel social, esta polarización es total, puesto que se va estre- chando progresivamente cualquier espacio que pueda reproducir al- guna relación que no este mediado por el capital. En efecto, La figura automatizada y enajenada que el modo capitalista de produc- ción confiere en general a las condiciones de trabajo y al producto de trabajo, enfrentados al obrero, se desarrolla con la maquinaria hasta convertirse en antítesis radical. De ahí que al aparecer la maquinaria estalle, por primera vez, la revuelta brutal del trabajador contra el medio de trabajo. El medio de trabajo asesina al trabajador (Marx, 2012: 526). Este proceso de alienación total en que se desarrolla el modo de pro- ducción capitalista a partir sus tendencias inmanentes, desde el pun- to de vista proceso del producción/valorización del capital se expresa como subordinación real, en otras palabras, como la dominación total del capital constante, representado materialmente por la maquina, so- bre el capital variable, es decir, sobre la fuerza viva de trabajo. Salta a la vista la contradicción inmanente: la concentración de las condicio- nes de producción expropiadas a las clases trabajadoras y que alcanza un clímax con la revolución tecnológica de la maquinaria introducida en la industria moderna, al expropiar a dicha clase al mismo tiempo la desvaloriza; pero no puede dejar de necesitar lo único que no le puede expropiar: la fuerza viva de trabajo. Desde el punto de vista subjetivo, dicha expropiación se expresa como relación de dominación que pone desde sí el fundamento a priori para toda producción, por lo cual la subordinación de la fuerza de trabajo al proceso de producción capi- talista se expresa como necesario para las clases trabajadoras.
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