El Vuelo del Fénix

261 Roger Landa mos de la forma en que una sociedad objetiviza la vida, la formación económico social incluye la totalidad de la relaciones involucradas en la producción, reproducción y desarrollo de la misma; producción inmediata de la corporalidad de la vida de los sujetos; reproducción de dicha corporalidad en las instituciones sociales como permanencia de la misma –incluida la estabilidad en su reproducción–; y desarrollo de las capacidades humanas hacia niveles superiores de vida dentro de los límites de la formación y el metabolismo por ella impuesto. Aquí abordaremos la formación capitalista entendiéndola meto- dológicamente como una formación en general que puede tener de- sarrollos particulares. Así, lo que en general la caracteriza es que las relaciones de producción, reproducción y desarrollo de la vida de los sujetos en sus procesos de objetivación están subordinadas a la rela- ción capital, por consiguiente, son parte de su metabolismo de reva- lorización constante. De allí que, en dicha formación, objetivación y alienación se identifiquen de manera creciente y van generando un proceso de fetichización de las relaciones de la vida real de la comu- nidad que se impone por encima de la conciencia y voluntad de las y los sujetos que la conforman. Según se vayan subordinando distintos campos prácticos de la vida de dicha comunidad, de manera conco- mitante, se producen distintas contradicciones o dimensiones de una misma contradicción. Pues bien, aquí abordamos la formación histórica capitalista y más específicamente el proceso histórico mediante el cual ella subor- dina a otras formaciones sociales previas a ella; previas en el sentido que otorgan los presupuestos ontológicos, pero también históricos so- bre los cuales ella se irá desarrollando e irá estableciendo su propio metabolismo. El poder como potencia económica: la acumulación originaria El conocido y por demás valioso capítulo XXIV del Libro I de El Ca- pital titulado “La llamada acumulación originaria”, nos plantea de entrada dos preguntas fundamentales. Primero, ¿existe una acumu- lación originaria, en el sentido de una forma específica en que se pro- dujo esta? Y segundo, ¿a qué llamamos acumulación originaria? Es decir, ¿es claro y distinto el significado del concepto y la realidad a la cual nos remite? Al leer el capítulo en cuestión lo primero que salta a la vista es que no estamos ante una construcción categorial como en el capítulo sobre la mercancía o sobre el plusvalor relativo y absoluto. Se trata más bien de un capítulo que hace énfasis en lo histórico (como por ejemplo el cap. XIII “Maquinaria y gran industria”) Si nos fijamos,

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