El Vuelo del Fénix

207 Itsván Mészáros de su gran proyecto social y personal por cuya causa está destinado a perder su apuesta con Mefistófeles, el diablo. Estas son las palabras finales de Fausto: Una ciénaga que llega hasta el pie de la montaña contamina ahora todo lo que ya había conseguido. Si lograse drenar esa charca apestosa culminaría la mayor de mis hazañas: abrirles un espacio de vida a millones de seres quizá no a salvo de peligros mas sí activos y libres. Campos verdes y fructíferos, hombres y rebaños en enjambre juntos y prosperando sobre la tierra más nueva, establecidos bajo el refugio de esta colina erigida por una masa valiente y laboriosa. Con tal paraje celestial tras ese muro, bien puede el mar allá afuera batir con toda su ira, que si a mordiscos abre una entrada en el dique presurosos acudirán en común a cerrar el boquete. ¡Pues sí! Vivo desposado con esta idea como con una esposa, es la culminación de la sabiduría: solo merece su libertad y su vida quien tiene que batirse por ellas cada día. Un ser así, acosado por el peligro cuando niño, adulto y anciano, vive su vida como un hombre. ¡Ah, así quisiera vernos, todos juntos pisando suelo libre como pueblo libre! Entonces podría ordenarle a este momento pasajero: “detente un poco, eres tan bello”. Así la huella de mis días terrenales no podrá jamás borrarse en los eones de improviso. Y yo, que siento por anticipado semejante dicha, al fin disfruto del supremo instante: ¡Este! En el Fausto de Goethe, la Divina Providencia rescata al héroe del poeta de las garras del diablo Mefistófeles. Nosotros no podemos contar con una solución así en nuestras referencias al significado contemporáneo del Paracelso histórico, legítimamente actualizado. La base de la entendible ironía de Goethe, que retrata también la equivocación fatal de Fausto en su ilusa autorrealización, con todo lo noble y merecida que la tiene su héroe, debe ser borrada del mundo actualmente existente.

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