El Vuelo del Fénix
EL VUELO DEL FÉNIX 206 mano para ser descargadas sobre nuestro planeta, cuando apenas dos centenares de ellas sería suficiente para la destrucción de la humani- dad entera, según la evaluación científica pertinente. Es perfectamente cierto, por supuesto, que algunos de los esta- dos más importantes están menos dominados por los intereses crea- dos de su propio complejo militar/industrial. Pero eso resulta com- pletamente irrelevante en el contexto presente. Es poco probable que alguno de los estados dominantes acceda a renunciar a sus propias armas nucleares, no solo en vista del papel desempeñado por dichas armas de destrucción masiva, hoy reconocido por la mayoría, en la afirmación de la fuerza militar en la estructura del poder internacio- nal, sino también a causa de su propio temor de quedar más expues- tos a la destrucción nuclear gracias al desarme nuclear unilateral. Por eso luce muy probable que los enormes arsenales nucleares exis- tentes permanezcan con nosotros en el futuro previsible. Al mismo tiempo, a medida que el ciclo histórico del capital se aproxima a su cierre irreversible los antagonismos económicos y sociales internos e internacionales cada vez más intensos están destinados a traer con- sigo un creciente número de peligros. Y dado que bajo las circuns- tancias presentes la globalización con basamento material procede inexorablemente, las determinaciones políticas/militares antagónicas basadas en la nación solo pueden agravar los antagonismos sistémi- cos. Lo mejor que cabe esperar en ese respecto es que los estados dominantes no se lancen a una confrontación directa fundamental, con sus catastróficas consecuencias. Estos desafíos no pueden ser resueltos dentro de los confines pa- ralizantes del marco necesariamente jerárquico y antagónico de la es- fera política/militar. Para hallar una solución, como lo mencionamos antes, se requiere una transformación radical de nuestra modalidad de toma de decisiones, que afecte tanto a las células constitutivas de nuestra reproducción social como al nivel más abarcador de las in- terdependencias globales. Y el principio guía fundamental de ese tipo de transformación no puede ser más que la adopción universal del principio positivo del trabajo productivo, sobre la base de la igualdad sustantiva, inseparable de la erradicación total de las formaciones de estado jerárquicas y necesariamente antagónicas. Hace casi dos siglos, Goethe, retrató con sutil y maravillosa ironía en su Fausto los momen- tos finales de su héroe, que de alguna manera modeló sobre la base de la gran figura histórica de Paracelso. En esa escena final el héroe de Goethe, llevado a la ceguera por Sorge (la Preocupación) por haberse negado a entregarse a ella, equivocadamente recibe con beneplácito el ruido de los lémures –que en realidad están cavando su sepultura– como el bienvenido ruido de la excavación del canal, en realización
RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=